Hay una luz crepuscular que irradia por el espacio todo; una luz otoñal, que invita a recogerse en las estancias de la noche. Y una mano femenina empuña la esquila para iniciar los toques por los muertos, por los difuntos a quienes recordar con oraciones.
Hay una luz crepuscular que irradia por el espacio todo; una luz otoñal, que invita a recogerse en las estancias de la noche. Y una mano femenina empuña la esquila para iniciar los toques por los muertos, por los difuntos a quienes recordar con oraciones. Sonidos del otoño, vinculados con las súplicas por quienes ya se han ido de este mundo. Un ritual antiguo que pervive y que aún nos estremece, porque nos recuerda esa vinculación, que tantas veces olvidamos, entre la muerte y la vida.
José Luis Puerto (Texto) / Rosa Gómez (Fotografía)
Como cada noche, tras recitar su salmodia, suena la esquila de la Moza de Ánimas de La Alberca