Juan Antonio Massone, poeta, catedrático y Miembro de la Academia Chilena de la Lengua, comenta la última antología de A. P. Alencart, columnista de SALAMANCArtv AL DÍA
La condición humana, hace mucho, supo escoger de aliado la imagen adecuada que destaca su carácter viajero. El vocablo camino está adherido, íntima y connatural, al desplazamiento vital de cada persona. Camino es tiempo hecho paisaje, escena, torbellino, encuentro, lejanía, unidad y ruptura, sin que falten en su transcurso otras bondades y otros desajustes innumerables.
Alfredo Pérez Alencart es un caminante. No todos lo son. Muchos se avienen más a la precariedad del vagabundo; el poeta, este poeta, pertenece a la categoría del peregrino. No puede eximirse de los desbarajustes en el mundo; pero su palabra manifiesta un derrotero más alto.
Una decena de poemas?traducidos al bengalí, chino mandarín, griego e inglés-- reúne varias postales y actitudes, suficientes para el despertar de la palabra. Comienza por destacar poéticamente los hallazgos en el viaje, dispuestos por la naturaleza, para después acoger las significaciones afectivas de algunas presencias: aquellas con quienes el mundo y el tiempo se tornan habitables, unidos en el acto de querer y proyectados, en cada uno de los tramos, en la afección más profunda. Culmina en la denuncia de actitudes abominables y de condiciones adversas padecidas por los desdeñados de la fortuna.
Según voy de camino (Santiago de Chile, Hebel ediciones, 2016) deja en claro una posición axiológica en el vivir: la dignidad inmensa de lo pequeño y de lo personal. Según se expande el camino el poeta declara, recuerda, invita, considera, critica, contrasta, memora, exhorta. No hay tiempo que perder: la palabra se ciñe de mundo que, no por maltrecho, queda despojado de su primigenia condición de orden y de creatura: "Ser honesto/ es la debilidad/ que te hace fuerte".
Pero esa dignidad de ser no se atomiza en narcisismo mal concebido y peor practicado. La respalda Alguien; y en ese Alguien: luz y energía de ser presente perdurable, el gesto humano, el despertar de la conciencia, la admiración y el tesón de vivir quedan a buen recaudo. La palabra llana y no menos transparente del poeta confirman el inquebrantable sentido de caminar. Así, la recreación del humano vocablo corresponde, en imagen y semejanza, al Verbo originario y fecundo.
"A lo lejos,/ a la altura de las ramas estremecidas/ por el vuelo silencioso del colibrí/ ofrecen su buena nueva/ los presagios".
El camino despierta en el poeta un mundo. Más todavía: el poema es sendero donde se aloja el registro de los pasos y del asombro: ver y respirar admirativos. Por eso importa lo dicho a sí propio y a los otros. Y pues la palabra poética conoce tanto de soliloquio como de plegaria y de convivio, nada le es ajeno, precisamente porque aspira a replicar lo existente en una nueva cosecha de estar, de ser, de convivir.
(*) Comentario aparecido originalmente en 'La Prensa', diario de la región del Maule, Talca, 29 de septiembre de 2016, p. 7.