A la gente le ha dado por no casarse. Lo dicen las estadísticas y lo noto a mi alrededor. No es que se sustituya la celebración religiosa por la civil, o que se nos alivie del trámite administrativo para pasar directamente al banquete, o que se convalide el banquete por unos pinchos, no. Es que la gente ya, directamente, se mete en una hipoteca a dos bandas y punto. Que parece que andamos sobrados de fiestas y que las cosas del querer son tan de la intimidad que pareciera no hubiera nada que celebrar. Y no, eso sí que no. Que parece no tenemos término medio, que la misma que airea su vida erótico sexual es la que se niega a celebrar un enlace con su pareja alegando que eso es de su intimidad. En fin?
Por suerte para mí y los míos, el sábado tengo boda. Insisto: por fin. Se casa mi amigo David, un salmantino de Florida que tras muchos años en Madrid ha decidido dar el sí quiero y formalizar su relación delante de familiares y amigos, rodeado de los que más le queremos. Yo, que vivo en Los Ángeles, iré gustoso hasta Alcalá de Henares a participar de una fiesta muy pero que muy especial. Porque la boda de David será de las que a todos nos gustan, de las clásicas, con su ritual preparado por los contrayentes para la ocasión, con trajes y vestidos de fiesta, con flores, con entrantes de pie y banquete sentados. Con "vivan los novios" y "que se besen", con fotógrafo contratado y arroz y regalos. Una boda de las de antes, de las que cada vez son menos habituales, en las que todos los invitados activan en sus corazones el click del amor. Porque eso es lo bueno de las bodas, que de unas salen otras; que los que ya tuvimos la nuestra, la recordamos; que el vino alegra los corazones y la noche es tiempo de salvación. Porque las bodas de verdad acaban siempre bien entrada la madrugada. Y esta es muy de verdad.
Lleva años mi amigo David viviendo en pareja. Tanto que han hecho coincidir su boda con su primera mudanza. Dejan la casita de Meco donde vivían como un matrimonio inglés para trasladarse a Alcalá de Henares, más cerca del trabajo y de la familia de su pareja. Y yo estoy deseando que llegue el sábado. Y de celebrar el triunfo del amor. Porque David ha tenido que luchar más de lo normal para ser feliz, para encontrar su sitio en el mundo, para darse cuenta de que su vida era completa cuando estaba junto a su otra mitad. Y en Florida de Liébana ya todos lo saben, y el día 1 de octubre, con el sol poniéndose sobre La Magistral complutense, lo sabrán todos en Alcalá. David dará el sí quiero a su amor verdadero, David le dirá que para siempre y aunque todo, sólo querrá a su Francisco, a Fran.
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