Los toros de Alipio Pérez Tabernero, como los de sus hermanos, han dado gloria a la tauromaquia por generaciones
A mi D. Alipio me apreciaba. Yo andaba brujuleando siempre por los mentideros taurinos, buscando información, entrevistando a toreros y ganaderos, banderilleros, novilleros, en fin a toda la fauna ibérica del toro domiciliada en Salamanca. Fueron mis tiempos jóvenes, de activista taurino, de culo de mal asiento, que lo mismo estaba grabando el primer video que se hizo sobre ganaderías salmantinas, que entrevistando a Jaime Ostos en el Gran Hotel. O a Marcial Lafuente Estefanía, el de las novelas del Oeste, que tiene tela la cosa. Taurinamente hablando, me crie en los 80 con toda aquella peculiar familia. Ganaderos como Toño PeláezLamamiec de Clairac, Juan Luis Fraile, Javier Pérez Tabernero, su hermano Fernando (matador de toros en su juventud) o Juan Mari, matador de toros también, que toreó con Manolete y tejieron una gran amistad. Conocí al viejo Manuel Sánchez Cobaleda, a D. Atanasio Fernández o a D. Dionisio Rodríguez, gente toda ella con su estrella en el paseo de la leyenda de grandes ganaderos charros. Y D. Alipio. Un señor ganadero, de otro siglo. Hace poco más de un año estuve en su casa. Con María Lourdes, su esposa, me encanta hablar con ella de toros. Es una aficionada sensacional. Y tomando un café, allí estaba D. Alipio, un poco en su mundo, pero tieso como una vela . En su mente, quizá historias de su querida Matilla. Un hombre tímido, ganadero de postín, que un día me llamó por teléfono hecho un basilisco porque había escrito una información sobre la historia del Festival de las Hermanitas de los Pobres, otra leyenda charra, y no había mencionado a las figuras que, con él mismo, lo habían toreado.
Los toros de Alipio Pérez Tabernero, como los de sus hermanos, han dado gloria a la tauromaquia por generaciones. Y hoy ha muerto D. Alipio, pasados ya ampliamente los 80 años. Con él se va, ya digo, un tiempo ganadero con otras convicciones, con otro talante. Un tiempo en el que el campo charro estaba en las imprentas de los carteles de toros todos los días. Pero nada es eterno, evidentemente. Yo quiero abrazar desde aquí con todo mi cariño a sus hijos, a mi amigo Alipio y a María Lourdes. Vuestra pena es mía amigos.