En el techo del aula Magna de la Universidad Pontificia, uno de los más hermosos y trabajados que existen, están cuidadosamente escritas en letra perfecta una colección de frases que tratan de iluminar el camino del conocimiento. Todas ellas tienen raíces clásicas y bíblicas y combinan con elegancia diversas fuentes.
Una de ellas reza (bien dicho en este sitio lo de reza) así:
Qui sophiae pelagum sulcas, huc aspice, nauta
Navegante, que surcas el mar de la sabiduría, mira hacia aquí?
Es un hexámetro casi perfecto con tres hexámetros y tres espondeos; toda la forma es un eco, en el ritmo y en la estética, de muchos versos de Virgilio y hasta la prudente recomendación recuerda consejos de la Eneida y advertencias pedagógicas de las Geórgicas. En todo caso ahí queda la propuesta y su belleza de forma y de contenido.
Desde el niño que un día de estos comienza Infantil o Primaria hasta el adulto que ya tiene tema para su tesis doctoral, todos los que inician este camino anual que se llama curso están llamados a una aventura magnífica. Y la frase del techo del Aula Magna es un aviso para todos estos navegantes del mismo mar, el de la sabiduría.
Esto no es moderno, me temo, pero la sabiduría es lo más grande que en humanidad puede alcanzar un ser humano, por eso está siempre, mejor o peor, al final de cualquier curso, de todo camino, de cualquier carrera. Y el curso es eso, curso, camino de agua (el curso de un río) o itinerario y camino por el agua (cambió el curso del barco) o el proceso (el curso de la historia) por el que parece navegar cualquier cosa hasta la vida entera. Hay una connivencia entre curso y agua. Y por eso acierta la frase cuando llama marinero (nauta) al que comienza el viaje de un año siguiendo la estela de la sabiduría como si ésta fuera un mar de aguas académicas. Se cruzan con gran belleza las distintas referencias.
Y no hace falta advertir que sabiduría va mucho más allá de conocimientos, desborda todo el acervo de datos y queda lejos y mucho más alta que cualquier conjunto de habilidades. Es todo eso y más, es un ciclo o una carrera pero con el fundamento y el objetivo de un modo de leer la vida, de ver la realidad, de conocerse a sí mismo, de situarse en el mundo, de fijar referencias y hasta creencias? Por ahí va un ciudadano sabio, tenga la edad y el nivel económico que tenga. Y esto es hoy prácticamente imposible sin ese precioso y preciso acompañamiento que aporta la institución docente en cualquiera de sus niveles.
Esta nota periodística quiere ser ante todo un homenaje. En primer lugar a los que hacen de pilotos y conductores, de expertos marineros en ese mar de cada curso. Hay cartas marinas, informes meteorológicos, voces desde la cofia del que ve más lejos, timón y bitácora, hay sextantes y brújulas, ¡la aguja de marear!, cuadrantes y astrolabios? y más medios para que el capitán pueda llevar la nave a buen puerto. Cada profesor, además de todos estos medios técnicos e "instrumentales" pondrá fidelidad y pasión, fuerte amor a su trabajo y la más alta estima para sus alumnos, fidelidad diaria y conciencia de su misión, amor por el saber y el aprender, ansia de ir delante y ofrecer referencia y ejemplo y tantas cosas más, cargadas todas de la más honda humanidad, que el maestro y el profesor, como todo educador, ponen un día y otro en su trabajo. Por eso para ellos, maestros de escuela (¡qué resonancia tiene este título!), profesores, catedráticos, educadores y tutores el reconocimiento bien merecido.
Y esto, dicho así, tan pomposamente, vale para cualquier alta cátedra y, con el mismo valor, urgencia y relevancia, para la escuela más sencilla de cualquier pueblo venido a menos y con media docena de niños desiguales en la única escuela del pueblo, en la montaña asturiana o en la llanura leonesa.
Honor y gloria a maestros y profesores con el deseo de que lleven a buen puerto en el viaje del curso a ese grupo de marineros que les han encomendado y que, efectivamente, les ayuden "a hacer bien despiertos y atentos esta travesía por el mar de la sabiduría". Sin olvidar a los padres que participan de cerca en el viaje.
Y ya acabando, dos grandes deseos ante este nuevo curso que comienza en estos días. El primero, que un día y pronto disfrutemos los españoles de un sistema de Enseñanza con el consenso y el contento de todos, desde los partidos políticos hasta los padres pasando por las instituciones educativas.
Y, en segundo lugar, que enseñar sea como quien enseña y canta una canción con la que cada día baila y disfruta y aprender se parezca a una aventura sorprendente y agradecida por los mares del sur de la vida.
¡Feliz navegación y feliz curso para todos!
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