Si supiera escribir lo que me raja el pecho cuando te oigo triste, estaría haciéndolo. Si supiera escribir de qué se me llena el alma cuando me ríes, lo haría sin dudarlo. Escribiría para ti como un poseso, como uno de esos escritores enfermos que no pueden despegarse de su pluma, de su lápiz, de su teclado. Y no estaría colgado del teléfono esperando oír tu voz, colgado de internet esperando tus correos, colgado de la luna preñada de caprichos con tu nombre tatuado esperando tus caricias.
Porque quererte es tan sencillo que no sabría dejar de hacerlo, porque estar contigo es un acto reflejo, como respirar, como pestañear, como decirte que te quiero sin emitir sonidos, sólo con estar. Así de natural.
Mi vida, si pudiera escribir todo lo que me haces sentir, todo lo que consigues evitar que me duela, todo el gozo que provoca tu presencia compartida, los sueños de futuro hilvanados por el temor a que se abran viejas heridas, a que se acabe la trocha de un camino que ambos andamos un día en dirección equivocada. Si pudiera escribirte todo eso, no dudes que lo haría. Y veo que tus mensajes son sinceros, y que nacen de lo más profundo de tu vida, de tus pequeñas alegrías, de tus decepciones cotidianas, de una rabieta fugaz y una ilusión pasajera. Un regalo en unos grandes almacenes, el periódico, esa noticia que me puede gustar conocer, hablar a tus seres queridos de mí, a tus amigos, a tu gente cercana que sabes te quiere. Y quieres que me quieran como tú me quieres. Repartes la dicha de tu amor multiplicándolo con la sonrisa de tus párpados transparentes, de tu sonrisa hecha línea de texto, de tus caricias en forma de párrafo, sin sangrías, sin demasiadas mayúsculas. Como un susurro de adjetivos y predicados sobreentendidos que quieres destacar en su justa medida, sin exageraciones, sin alharacas, con ese sentido de la prudencia y el bien querer del que eres coordinadora en tus ratos libres, sin darte cuenta. Así de hermoso es tu cariño. Como un verbo de acción que se conjuga en presente y no tiene pasado. Como una esdrújula saltarina y juguetona que va colocando acentos en esos retales de historia que juntos vamos construyendo.
Cariño, si pudiera escribir lo que siento aquí dentro ten por seguro que lo haría. Y no dudaría en enviarte cientos de cartas, de mensajes de texto, de correos electrónicos, postales y pintadas en muros de ciudades eternas. Pero no me veo capaz. Cuando cojo el bolígrafo sólo pensar en ti me oprime la escritura. Cuando me coloco frente al ordenador soy incapaz de teclear tres fases con sentido que puedan expresar el tiovivo de sensaciones que acompaña tu imagen, tu nombre, tu olor, tu voz, tu piel. Y no puedo menos que sentirme culpable por no corresponderte. Porque la palabra es mi herramienta y para contigo no sirve, porque la palabra es mi arma y frente a ti está descargada, inerte, muerta. Lo siento mi vida, te quiero y no sé escribírtelo.
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