Se trata de la actuación 129 de este gran montaje del grupo de teatro 'Lazarillo de Tormes'
Son como las espigas. Un grupo de mujeres, monjas carmelitas, de las que de sus hábitos color de tierra y de polvo del camino, irradia una luz que nos recuerda el color del trigo de esta tierra a la que han venido a parar.
Son las actrices del grupo de teatro Lazarillo de Tormes, que subidas en el altar de la iglesia parroquial de san Pedro Apóstol de este pueblo junto a la comarca de La Armuña, que es El Pedroso, han representado para sus habitantes, "Teresa, la jardinera de la luz". Calurosa tarde de sábado, 20 de agosto, y sin embargo ninguno de los asistentes se mueve en la iglesia. La luz de Teresa es más fuerte que la que brilla sobre las espigas de trigo de sus campos. Y los frutos que nos ofrece esta mujer, alimentan el espíritu más que el pan que se elabora con la harina del cereal que ha sustentado durante siglos la existencia de los pobladores de estos parajes. Máxime, si lo que se descubre con esta maravillosa puesta en escena, es una verdad tan sorprendente como desconocida. Lo absolutamente mágico, es seguir descubriendo a Teresa en cada representación, pues como siempre nos recuerda su productor Javier de Prado, cada actuación es única, como únicos son los asistentes y el clima de complicidad del que los actores les hacen partícipes a través de Teresa.
Un ojo observador o entendido, podría descubrir ciertos detalles en esta iglesia de san Pedro, que le lleven al recuerdo de la de san Esteban de Salamanca, y es que su arquitecto Juan de Álava, dejó aquí su huella, pues fue responsable de partes como la superior del precioso coro renacentista. No vamos a mencionar más obras de las maravillosas que realizó, sobre todo en Salamanca, porque para eso ya están los libros de arte. Lo que sí parece realmente una bella obra de alto nivel artístico y profesional, es esta "Teresa, la jardinera de la luz". No importa el escenario donde se lleve a cabo, porque con este breve guión del magnífico y merecidamente afamado Denis Rafter, y una puesta en escena no menos magnífica, nos vemos transportados casi de inmediato a la iglesia del convento de Alba de Tormes, donde tiene lugar la acción dramática puesta ante nosotros, o en lo que sea que en esos momentos pasamos a ser. De repente, nada más escuchar las notas del órgano que toca un actor "alter ego" del maestro Salinas, y que es réplica exacta del que se encuentra en la catedral Vieja de Salamanca, nos convertimos en testigos directos del juicio sumarísimo que ante nuestra atónita presencia tiene lugar contra Teresa de Jesús. Un padre dominico, que sí parece llegado del convento de san Esteban de Salamanca, inicia un enfrentado diálogo con las carmelitas que acaban de llegar, como investigador de la Inquisición, volcando sobre su madre toda la ira contenida por el miedo y sus equivocados prejuicios del hombre religioso del XVI.
Como si de la parva extendida en la era para ser trillada se tratara, con movimientos escénicos delicados y elegantes, y un texto preciso y acertado, las hermanas carmelitas nos desgranan la vida de una mujer admirable, por avanzada a su tiempo y sin miedos o prejuicios ante todos aquellos a los que se tuvo que enfrentar en la sociedad de su época. Les hizo entender, a la luz de su infinito amor por Jesús de Nazaret, los errores cometidos debido a la prepotencia que engendran las falsas verdades. Escuchamos, pues, a un grupo de mujeres ante un hombre elevado en un púlpito que sin miedo defienden a aquella que les hizo comprender la igualdad del ser humano, la grandeza de la humildad, o la fuerza irreductible del amor.
Han llegado hasta allí, recorriendo largos caminos. Alguna, desde quién sabe qué calzada romana que llega desde su tierra de Medina del Campo, por donde se llevaban las ovejas merinas a esta localidad desde otras tierras como las de El Pedroso. Estas hermosas ovejas recordarían a las hermanas manchegas las de su tierra y el estupendo queso, sustento del camino, junto a la hogaza de pan que en algún pueblo les dieran, ¿El Pedroso, tal vez?, las buenas gentes que allí habitaban. Y mientras se paraban a comer, otra se hubiera escondido en su iglesia de san Pedro para rezar. Las más laboriosas, procurarían nuevas herraduras a las pobres mulas en la fragua del pueblo. Y cuando acudieran a alguna de las norias de la aldea para sacar agua, cómo se acordarían ¡oh, Señor! De las palabras con las que su madre les hacía entender el sentido de la oración, llenando sus pobres y sedientos espíritus con el agua sacada del pozo, gracias a los arcabuces de la noria.
A las gentes de este pueblo cercano a La Armuña, al que Lazarillo de Tormes les ha ofrecido su representación 129, no puede resultarles ajena la acogida a peregrinos y viajeros que procedentes de los distintos caminos que a su pueblo llegaban, se pararan en él para descansar sus agotados cuerpos. Estas gentes de El Pedroso, que desde tiempos romanos han sabido respetar y trabajar los campos que les han proporcionado el sustento, y a los animales que en la faena les ayudaban, saben del valor de las vidas duras de sus ancestros. Y aunque muchas de las casas construidas para armonizar las necesidades básicas de su día a día, han desaparecido, con la historia y energías de sus habitantes de tanto tiempo, sí pueden entender que todo esto queda almacenado en la iglesia. Es allí donde todos confluyen para celebrar lo más importante de sus vidas, porque bueno o malo les aúna en las mismas emociones. De ahí, lo singular de utilizar los altares de las iglesias como el mejor de los escenarios para "Teresa, la jardinera de la luz".
Que esta obra haya formado parte de la Semana Cultural de El Pedroso de la Armuña, que siempre precede a sus Fiestas de agosto, ha sido muy significativo. Teresa de Jesús no sólo ha dejado huella por esos caminos para conseguir nuevas Fundaciones y facilitar así la vida a muchas de sus denostadas congéneres, sino que supo dejar otro tipo de huella, el que alimenta el espíritu, trasladándonos con sus escritos su propio camino interior. La emoción del público es grande al oír sus bellísimas poesías de amor a Dios, la valentía luchadora que albergaba, y que manifiestan sus cartas, como la que oímos en este montaje, dirigida al mismísimo rey Felipe II. Toda la altura intelectual de esta mujer, en una época en la que sólo este hecho era algo infravalorado, la convertía en sospechosa de ser la encarnación de algo maligno o amenazador para el estatus establecido en aquel tiempo. Pero supo con determinación, pelear por la integración de todos en un mundo más justo y mejor. Y sin embargo, las palabras que adornaron su vida fueron tan simples como las de amor, humildad, alegría, obediencia, devoción; pero ante todo, paciencia y compasión. Gracias a todo esto, consiguió ser libre.
Cierto grado de singularidad democrática adorna a esta localidad salmantina de El Pedroso de la Armuña, y que le conecta con esa esencia de libertad de nuestra carmelita. Y es que allá por la época de Teresa de Jesús, concretamente en 1532, un corregidor de Salamanca, don Gonzalo de Ovalle, otorgó a este pueblo la licencia de trabajar sus tierras, denominadas Quiñones, a cambio sólo de un pequeño estipendio, en nada parecido al injusto régimen de impuestos al que eran sometidos los campesinos por parte de los señores dueños de las tierras. Se puede decir que en El Pedroso han vivido en equidad del fruto de su trabajo y en la actualidad estos terrenos les siguen perteneciendo pues han pasado a formar parte del Municipio. Curiosamente otro recaudador de impuestos, escritor en sus ratos libres y coetáneo de Teresa, nos cuenta en una de sus más conocidas obras, "Rinconete y Cortadillo", que éste último nació en "El Piadoso, pueblo que se encuentra entre Salamanca y Medina del Campo", y que seguramente hace alusión a esta localidad salmantina pegada a La Armuña, que ha hecho que "Teresa, la jardinera de la luz" formara parte de su Semana Cultural llamada "Cortadillo". Bonito homenaje al autor del Quijote, que bien pensado tanto nos recuerda a Teresa, siempre de camino, como adalid de los desfavorecidos, y cuyo fabuloso autor, don Miguel de Cervantes, nos parece no haber sido tratado con los honores que merece en este IV Centenario de su muerte, como lo ha sido Teresa en el V de su nacimiento. A lo mejor como espejo del Buen Caballero de la Triste Figura que nos dejó para la posteridad, don Miguel ha permitido a la gran señora que fue Teresa de Jesús que tomara las riendas del protagonismo, para que nos vayamos acostumbrando a poner a todos en su sitio. Y esta vez: "en un lugar rayano a La Armuña, cuyo nombre es El Pedroso, unas campanas repicaron en honor de una jardinera luminosa como el trigo de sus campos, llamada Teresa".