La poesía de Elba Maribel prepara, por decirlo metáforicamente, la ofrenda de la luz ("Luz ofrenda" es el primer poema) para precipitarla luego al "Contraelogio de la luz" / Selección de poemas de varias poetisas
El pasado viernes 10 de junio, en el marco de la 75 Feria del Libro de Madrid, tuvo lugar la firma del libro de poemas Voces Nuevas (XXIX Selección de poetisas), editado por Torremozas.
Pocos apostaban, en 1982, por un sello que naciera en Madrid con la intención de dar voz a la poesía firmada por mujeres. Hoy sin embargo, la hija de la fundadora puede mostrarse orgullosa por una labor que ha sido reconocida por críticos y lectores a lo largo de los años.
El libro responde al premio del mismo nombre que convocara a poetisas inéditas, con el objetivo de dar a conocer nuevas voces poéticas y estimular su vocación. Este año se presentaron 135 trabajos de autoras de diversos países, siendo seleccionadas por el Consejo Asesor de la editorial la obra de diez poetisas: Cristina Mancero, de Ecuador; María Cristina Martínez Herrera y Elizabeth Reinosa Aliaga, de Cuba; Esther Alonso Romera, Juana Fuentes, Cristina Llorens Estarelles, Montserrat Martínez Cobo, Saioa Mendieta, Lorena Olmo Gayo, de España, y Elba Maribel Hernández Miranda, nacida en México pero afincada en esta ciudad de Salamanca.
Nuestra representante tuvo la oportunidad de firmar el viernes pasado junto con las madrileñas Itziar Pascual y Lorena Olmo más de veinte libros a última hora de la tarde. El último verso del último de los poemas de Elba Maribel ofrece una pista para intentar caracterizar su trabajo: "sufrir tiene su gracia". Es posible que la poesía sea la comprobación de esas filosofías y religiones que insisten en el sufrimiento que puebla el mundo; el lado trágico de las cosas, personas, sucesos y seres, que se expresa de modo literalmente atractivo provocando la más bella de las paradojas: el deseo de vivir una vida con lados oscuros a pesar de ser conscientes de esa oscuridad, -o precisamente por eso-. De ahí el gusto por la ruptura como sorpresa que acecha en algún recodo del poema, la idea y la coherencia de la idea, la presencia del pensamiento que impide la caída en la frivolidad del lenguaje.
Los versos de Elba Maribel preparan, por decirlo metáforicamente, la ofrenda de la luz ("Luz ofrenda" es el primer poema) para precipitarla luego al "Contraelogio de la luz". Cierto misticismo florece aquí con una voz nada impostada, radical, tal vez sombra secularizada y posmoderna, por tanto transida de contradicciones dotadas del poder de la belleza. Misticismo que pudiera conectar con el de aquella otra compatriota suya para la cual seguro que sufrir tenía su gracia a juzgar por su apellido religioso, Sor Juana Inés de la Cruz. Desde esa perspectiva, se confunde la voz nueva -o vieja- y el deseo de "Una sola luz que invoque/la ceniza, su hora,/o lo que fuera".
Fernando Gil Villa. Catedrático de la USAL y escritor