Vinculado con Salamanca como jurado del Premio Internacional de Poesía 'Pilar Fernández Labrador, Fonseca dedica dos poemas a Juan Antonio González Iglesias y a Jacqueline y Alfredo Alencart
El poeta, escritor y periodista Jesús Fonseca presentó, el pasado 30 de mayo y en el Centro e-LEA Miguel Delibes, su último poemario, Inesperadamente, que forma parte de la colección Maravilla Concretas, editada por la Fundación Jorge Guillén en colaboración con la Diputación de Valladolid. Al acto asistió el presidente de la Diputación de Valladolid, Jesús Julio Carnero, y el alcalde de Urueña, Francisco Rodríguez, además de otras personalidades del mundo de la cultura como Joaquín Díaz, Amancio Prada, Antonio Piedra o Carlos Aganzo.
Jesús Fonseca fue presentado por el también poeta Fermín Herrero, quien destacó que "quienes vayan a disfrutar de este libro y tengan en casa una balanza, yo le sugiero que lo pesen antes de leerlo y después. A buen seguro que en el segundo pesaje habrá descendido 21 gramos, que es justo lo que dicen que pesa el alma, porque yo creo que Jesús Fonseca la ha echado entera en esos versos que son una especie de almario completo de su persona". Herrero recordó que Inesperadamente es un título exacto para este poemario, "porque parece que los poemas se le han caído de las manos a su autor, como pasa con algunos de Fray Luis de León, y la poética de la verdad debe ser así, sin oficio que la sofoque, sin aderezos que la mancillen".
Tras la presentación, Jesús Fonseca, acompañado del violonchelista Carlos Ángel Fernández Buey, leyó 21 de los breves poemas que componen Inesperadamente, comenzando por Tocar el cielo (Contento si me escucha / y más contento todavía / si no me escuchan, hace / mucho que entendí que / todo es regalo y resolví / decir lo que es como es / y no como conviene que / sea y hacer de mi capa un / sayo.)
Durante casi una hora, Fonseca recitó sus versos, como Poema recién arado, (Junto al camino me detengo y / le pido a la brisa que se siente / a mi lado, para ver juntos pasar / las nubes, pasar el tiempo), en los que ha ido desgranando elementos esenciales de su poemario como el silencio (no abrir la boca, sino / escuchar a los que poseen / el saber de los humildes) o (Nada salva como el silencio: / ese que sostiene las estrellas / y se pierde a sus anchas, en / la noche de todos los sueños). Junto a ello la soledad (Junto al camino me detengo y / le pido a la brisa que se siente / a mi lado, para ver juntos pasar / las nubes, pasar el tiempo), la sencillez (Yo pertenezco / a lo pequeño: / al mundo cercano / de los hombres), la mujer ( Y por si alguno no se / enteró todavía, son ellas, ellas, / las que ponen orden de puertas / adentro, porque poseen la fuerza / más fuerte de todas: acunar la vida, / por los siglos de los siglos), la crítica (Vuelven los perversos / a alzar la cabeza, se / crecen en cuanto te das / la vuelta) o la religiosidad (No podrán, los hijos / de las tinieblas, con / lo que sana y salva; / con lo que acompaña / y afianza, es decir: / Dios hecho hombre).
Y ello sin olvidar referencias a otros autores como Santa Teresa, el propio Fermín Herrero (el de la letra menuda) o José Jiménez Lozano (Acertó el maestro), y dedicatorias a otros autores como Antonio Piedra o Carlos Aganzo. Una presentación en la que defendió su condición de gacetillero (Credo del gacetillero) y que finalizó con un mensaje de esperanza Mirando al cielo (Y la paz, la paz / del que sabe que todo / es para bien y por eso / camina mirando al cielo).
Herrero, Fernández Buey, Díaz, Rodríguez, Fonseca, Carnero, Prada y Piedra
Nota y fotografías del Gabinete de Prensa de la Diputación de Valladolid
DOS POEMAS PARA TRES SALMANTINOS
(Para Juan Antonio González Iglesias)
Busca, sueña vivir
sin disfraces ni antifaz.
Camina sin apenas rozar
a nadie, porque no quiere
discutir ni pelear con
nadie, aunque se le abran
las carnes ante un mundo
de injusticias, clamorosos
embustes e inmensas
tristezas. Defiende la causa
de ser sin más, mientras
comparte la bondad que aún
habita el corazón de muchos.
(Para Alfredo Alencart y Jacqueline)
En el despertar de los días de Tejares,
con el balcón abierto de par en par
al Tormes y al primer sol salmantino,
los amaneceres están aún vacíos y ellos
los habitan. Hay jilgueros, milanos,
abejarucos, cielo alto, siemprevivas
y luz de Castilla que el poeta recoge
con mucho amor y guarda en sus manos
repletas de esperanza. Afuera, las verdes
espigas van dorando, poco a poco el pan
que dará la Vida Eterna, mientras en la
intimidad de su palomarcico, lo ordinario
se hace extraordinario, de acá para allá,
en su novedad constante. En el despertar
de los días de Tejares, con el balcón
abierto de par en par al primer sol
iberoamericano, Alfredo y Jacqueline
caldean corazones y comparten con
todos, día tras día, su porción de Paraíso.
Los poetas Alencart, Viloria, Herrero, Fonseca y González Iglesias (foto de Jacqueline Alencar)