El pasado domingo, en la histórica manifestación que organizaron los centros educativos concertados en la comunidad valenciana, con gran eco a nivel nacional, muchos participantes se sintieron políticamente huérfanos. Aunque asistieron significativos representantes de Ciudadanos y del PP, cundía la sensación de que en los cuarteles generales de estos partidos falta sintonía, sensibilidad y competencia para identificarse con la libertad de educación, con los valores de la familia corriente y con los miles de maestros maltratados laboralmente por unos representantes políticos que, por lo general, confunden "administración pública" y "administración politizada".
cencia de una sociedad civil sin consignas y buena muestra de ello fue la recuperación casi inconsciente de la mítica "Libertad sin ira" de Jarcha. El desamparo partidista no era vivido como un obstáculo en la reclamación de un derecho constitucional sino como un trampolín con el que transmitir a la opinión pública que la calle es de todos.
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