Ha llegado a las pantallas la película El Olivo, con ella su directora Iciar Bollaín ha construido una fábula moral de las últimas décadas de la vida española. La protagonista es una joven de veinte años con el simbólico nombre de Alma, que adora a su abuelo (que lleva varios años sin hablar) y considera que ha llegado el momento de recuperar un olivo milenario que la familia vendió contra su voluntad, cuando ella era pequeña. Es una fábula intergeneracional bien interpretada y aliñada con ternura donde se puede comprobar cómo se organiza una movilización digital para localizar y reivindicar la vuelta del olivo al campo del que lo arrancaron.
Absténganse los maquiavélicos planificadores de movilizaciones en las redes porque la movilización que presenta la película tiene pocas complejidades. Es una movilización sencilla que puede ser útil para describir cómo está configurándose el mundo de las redes sociales y las posibilidades que ofrece para potenciar o conservar los valores que despectivamente algunos consideran arcaicos antiguos, viejos, improductivos. Probablemente había otros olivos más fecundos en el campo del que lo arrancaron, pero ninguno simbolizaba mejor la vinculación de las personas con la tierra, ninguno expresaba mejor la silenciosa y pacífica continuidad entre la doble naturaleza, biográfica y biológica, de la especie humana.
Alma y sus amigas son quienes muestran habilidades en el uso de los móviles y sus aplicaciones. Para averiguar dónde está el olivo y dónde lo han colocado quienes lo compraron, no sólo hay que contar con amigas que están de Erasmus por Europa sino con alguna más próxima que tenga pericia en el arte de las búsquedas digitales. Mientras que las otras generaciones no aparecen usando móviles y redes, esta nueva generación es la que utiliza skype para comunicarse en cualquier lugar y a cualquier hora del día. Piensan globalmente para buscar al olivo pero actúan localmente porque quieren devolver el olivo a un abuelo que no ha salido de su precioso pueblo castellonense.
Mientras que una amiga es hábil en la localización y manejo de las imágenes, hay otra que desde Alemania conoce a la perfección cómo ponerse en contacto con colectivos ecologistas. En este caso no es un bosque ni un determinado animalito sino una historia, un relato, un vínculo, un nudo o matriz de sentimientos. La movilización es posible porque hay una historia, un entramado de emociones y un tecno-desgarro producido por los dientes rentabilizadores de la potente excavadora que destierra al olivo de sus raíces. Un olivo que trasladado a las oficinas de una multinacional en Dusseldorf puede revivir y rebrotar pero desvinculado emocionalmente de las generaciones anteriores que lo cuidaron, lo atendieron y se reconocieron en él. Un olivo lleno de vida porque en el tecno-entorno acristalado, sin las tierras y sin profundas raíces aún regala brotes.
A través de Skype, la amiga de Alma que está en Alemania se pone en contacto con grupos ecologistas y naturalistas atraídos por la historia de un olivo milenario que mantiene el vínculo generacional de una joven y un abuelo que ha perdido la palabra. Cuando Alma llega a las oficinas de la multinacional para reclamar la devolución del olivo, el espectador recuerda la bíblica escena de David frente a Goliat. Con la movilización digital, la fuerza simbólica de tres pacíficos indignados por haberles arrancado el olivo de sus tierras se transforma en fuerza física de masas que asaltan con moderada violencia las oficinas de la multinacional y consiguen llegar hasta un olivo que aun desterrado sigue echando brotes.
Precisamente uno de los brotes será el que sustituya al olivo arrancado en las tierras que aún siguen siendo de la familia. Para ello habrá que dominar el cuidadoso arte del injerto y trasplante, un oficio que los hijos no aprendieron del abuelo y que solo la nieta realiza a la perfección. En definitiva, una fábula intergeneracional llena de simbolismo donde las redes sociales se describen como herramientas que hacen posible la localización, la identificación, la sensibilización y, sobre todo, la movilización social. Una movilización generada por el vínculo emocional que se establece entre un abuelo, una nieta y un olivo. Por cierto, un triángulo perfecto para descubrir el concepto de ecología integral y recordar el potencial simbólico del olivo en la historia de las religiones.
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