HISTORIAS PODRÍTICAS
Parecía bastante alto. Aunque ya sabemos que la tele siempre nos hace más de lo que somos y seguramente menos de lo que nos merecemos.
Coincidimos en el Ramiro de Maeztu. Su padre empresario, su madre funcionaria. Era como yo, de los típicos atípicos de escuela pública, aunque en verdad todos los que estábamos allí éramos bastante clasistas, y no precisamente de clase y menos obrera. Pero sobre todo éramos enchufados. Entendíamos y aceptábamos perfectamente que no cualquiera compartía aquellos pupitres.
Sabíamos que militaba en las juventudes socialistas y eso le daba un cierto halo de progre que tanto gustaba a las chicas a finales de los 80, aunque para él como para todos, el sostener ese aire sociata y cultureta frente a nuestra realidad, nos era difícil. Era como una especie de demostración continua de lo que no somos ni seríamos jamás. Una verdadera lucha de identidad contra nosotros mismos.
Al final todo el mundo estábamos seguros de que acabaría flirteando con el mismo Pablo Iglesias, aquel que fundo el PSOE, o al menos ahora pareciese que lo hubiese (en) fundado.
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