Siempre me he considerado un gran amante de los animales en general y de los perros en concreto. He colaborado con infinidad de asociaciones de animales y participado en actividades relacionadas con estos magníficos seres. Por eso hoy voy a dedicar unas letras al animal más descuidado, adán, puerco, guarro, asqueroso, cochino, cerdo, marrano y, por supuesto, maleducado: El dueño de los perros que se orinan en el lado equivocado de la acera.
En esas pausas de mi quehacer diario que me regalo para ahumar mis pulmones con el suave y dañino humo de mi Marlboro, me da tiempo a observar con calma (ya que no soy de esos que tienen el móvil pegado en la mano) a los viandantes que se entrecruzan por la acera de mi querida Gran Vía salmantina.
En un día cualquiera, pueden pasar frente a mi atenta mirada, unos diez canes que arrastran o son arrastrados por igual número de personas, unidos perros y humanos por ese cordón umbilical llamado: correa.
Pues bien, cuando a los mencionados animalillos les da por aflojárseles el muelle, el dueño deja que su mascota haga sus aguas menores con tranquilidad y armonía, que para eso ha salido con el frío que hace, y me parece bien. Lo que el dueño no concibe, es que existen dos lados de una acera, a saber: uno con portales y comercios y otro, justo al otro lado de sus excelsas narices, lleno de maravillosos árboles. Mi pregunta es sencilla ¿es qué a estos animales, y no me refiero al perro, no cavilan, piensan, reflexionan, meditan, discurren, lucubran, elucubran o rumian, que el pipí de sus amigos causan menos molestias a la ciudadanía de un lado de la cera que del otro?
Cuando un perro realiza su micción o micciones en algún lugar, se sabe desde básica, que esa acción será imitada por otros de sus semejantes, causando deterioros en nuestras fachadas y dejando las entradas de los comercios como urinarios públicos. ¿Incomoda tanto tirar un pelín de la correa para que el perro se desahogue en el lado menos habitado de la acera?
Estas tintas, por supuesto, no van dirigidas a todos los amantes de los perros si no a aquellos gochos que son incapaces de tener una conciencia cívica.
A estos últimos les digo que al igual que yo, animal como el que más, no orino en la puerta de sus portales, no dejen que sus perros meen en la puerta del mío. Gracias.
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