Las corbatas tienen su origen en la vestimenta que utilizaban los soldados croatas que servían en el ejército francés del Rey Luis XIV de ahí su nombre. Lo que empezó siendo una prenda de abrigo en el siglo XVII luego derivo en la pieza que hoy conocemos todos. Provista de diversos colores y formas constituye el habitual arreglo masculino. Bien sea para actos sociales, o bien por obligación, lo cierto es que la corbata va unida al mundo del trabajo. Y este es ámbito que define a todos aquellos que son padres, que tienen criaturas a su cargo: tener un empleo va unido a paternidad. Porque si la maternidad va unida al cuidado de los miembros familiares, en cambio la paternidad está ligada a disponer de una nómina, que es lo mismo que decir que le aguarda el deber de tener que aportar la principal renta a la unidad familiar. Esta división del trabajo entre hombres y mujeres, deriva en una enorme responsabilidad para los varones porque la sociedad señala el rol del padre como el mantenedor del bienestar de sus hijos. Este esquema, a pesar de ser un planteamiento completamente tradicional, no deja por eso de seguir vigente. De hecho, los sindicatos, en sus respectivas negociaciones de los convenios laborales, ponen más empeño en defender al cabeza de familia que en defender planes de igualdad para las trabajadoras. Ser padre, por lo tanto, conlleva que la sociedad deposite en él el mantenimiento familiar, lo cual representa una enorme carga para aquellos padres que pierden su puesto de trabajo, o cierran sus negocios y se quedan sin ninguna cobertura.
Por eso es bueno cambiar las costumbres. Por ejemplo, una positiva fue el permiso de paternidad. Un gran avance en el año 2007 y, aunque a todas luces fue insuficiente en su duración, puesto que sólo era de quince días, permitió cambiar la forma de pensar de muchas familias. Antes la madre se quedaba en el hogar con su bebé y, aunque excesivamente rodeada de familiares, el padre no tenía esa opción; sólo disponía de dos días para registrar a la criatura. Trámite que ahora se puede hacer sin requerir la presencia personal del padre. La paternidad no termina en la cuantía de la nómina, sino que significa cuidar a sus hijos e hijas que en cada edad tienen distintas necesidades. Porque sería un error pensar que por el hecho de aportar un salario, el padre pudiera convertirse en el principal proveedor de todos los caprichos de su prole. Por eso, en los casos de separación matrimonial, los que siempre han ejercido de padres atentos a las necesidades de los hijos, saben defender muy bien sus derechos y nunca utilizarían a sus hijos como armas arrojadizas. Lo mismo sirve para aquellas madres que creen que las criaturas son de su propiedad, cuando es absolutamente falso pensar así. Puesto que en un proyecto de convivencia, lo único real es saber compartir afecto y conviene desechar las corbatas.
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