Han transcurrido ya casi tres meses desde que se celebrasen las elecciones generales y nada ha cambiado respecto a la formación de gobierno. De hecho, salvo sorpresa mayúscula, nada cambiará e iremos en junio a unos nuevos comicios. Pero este hecho no ha evitado que ya haya habido un debate de investidura en que el candidato, Pedro Sánchez, no logró los apoyos necesarios para ser investido, quedándose bastante lejos de su objetivo, pues apenas recabó el apoyo del 37% del Congreso, la suma de PSOE, C's y Coalición Canaria.
Curiosamente, el debate de investidura, más que por Pedro Sánchez estuvo protagonizado por Pablo Iglesias. No por su discurso en la primera sesión de investidura, cuando fue incisivo y le cantó las cuarenta a PSOE y PP, sino por el pico que se dio con el portavoz de En Comú-Podem, Xavier Domenech, que acaparó todos los comentarios de la prensa.
Para desgracia de la gente de a pie de este país, uno tiene la sensación de que el Congreso de los Diputados se está convirtiendo en un auténtico circo, en el que a cada sesión parlamentaria ya le tiene uno temor por la payasada que tocará ver. Desde luego, si Podemos pretende hacer llegar, como decía en campaña electoral, la voz de la gente al parlamento, van por mal camino, pues ni a la gente (ni a la izquierda) le conviene semejante circo. Si no hubiese sido por la tontería del pico, quizá hubiésemos hablado más de cuestiones sociales, de los condicionantes pactados por PSOE y C's en su afamado acuerdo, en el que se recogía por ejemplo la reducción de las indemnizaciones por despido en los dos primeros años de contratación.
Pero más allá de los circos, toca volver al debate de qué ocurrirá en el próximo mes y medio, plazo que hay para que las fuerzas políticas intenten llegar a un acuerdo para formar gobierno.
El principal partido en el parlamento, el PP, aunque pretende una gran coalición con C's y PSOE, solo aceptaría la misma si está encabezada por alguien de su partido. En este sentido, aunque todos al unísono han repetido en estos casi tres meses que su único candidato es Mariano Rajoy, ya comienzan a oírse voces dentro de este partido que señalan la posibilidad de un candidato alternativo, por lo que no sería descartable que Rajoy acabase haciéndose a un lado para urdir ese plan de 'gran coalición'. No resultaría tan raro en la política española reciente, pues es lo que ha ocurrido en Cataluña, donde Artur Mas se apartó para dejar paso a un candidato, Carles Puigdemont, que fuese aceptado por aquellos con quien se pretendía pactar la investidura.
En este sentido, PSOE y C's han incidido especialmente en la figura de Rajoy, más que en el partido que representa, intentando identificar su figura personal con los recortes, por lo que, si Rajoy se hiciese a un lado, no sería demasiado extraño que PSOE y C's pasasen por el aro de aceptar un candidato alternativo, alguien con mejor prensa y que considerasen más aceptable para su electorado. La cuestión es quién podría ser ese candidato (o candidata). Desde luego, la gran coalición suma los escaños necesarios para formar gobierno, pero cabe preguntarse a qué precio, pues por mucho que desde el PP se señale a Alemania, es evidente que esto no es Alemania, y que en lo que a cuestiones territoriales se refiere, un pacto de esta índole podría traer unas consecuencias directas de cara al resquebrajamiento de España.
En todo caso, todo parece indicar que el principal perjudicado por ese pacto sería el PSOE, cuyo sector más izquierdista huiría de una coalición tan escorada a la derecha. Y esto es algo que, seguramente, no esté pasando desapercibido en el seno de esta formación. La gran coalición otorgaría el papel de principal partido de la oposición a Podemos, que si dejase de hacer payasadas en el parlamento tendría mucho que ganar, pues podría atraer a ese sector más izquierdista del PSOE que, por lo que se ha visto en la consulta a las bases socialistas sobre el pacto con C's, se situaría en torno al 20% de los miembros (y posiblemente también del electorado) del PSOE. Trasladado a escaños, esto podría hacerle perder al PSOE una veintena de escaños, y situarse en el número que posee actualmente Podemos, que en tal caso haría el sorpasso al PSOE y podría situarse como segunda fuerza en España en ulteriores comicios.
Pero el problema del PSOE con la gran coalición no se centraría solo en unas elecciones generales a cuatro años, sino que sería extensible a las autonómicas que se diesen entretanto. Así, inicialmente le podría suponer un importante retroceso electoral en las elecciones vascas y gallegas a celebrar en la parte final de 2016, hecho por el cual no sería descartable que, por meros cálculos electorales, los socialistas optasen por dejar pasar el tiempo y forzar unas nuevas elecciones generales en junio, para que, alargando posteriormente los plazos hasta celebradas las elecciones vascas, lanzarse a la piscina de la gran coalición. De este modo ganarían dos años y medio hasta las autonómicas de 2019 para ir 'aclimatando' al personal en su opinión, reduciendo los daños electorales que pudiesen recibir. No obstante, Podemos también podría jugar sus cartas en este sentido y romper los pactos que posee con el PSOE en algunas autonomías, forzando a los socialistas al dilema de convocar nuevas elecciones en ellas o formar una gran coalición en las mismas con el PSOE como actor secundario.
Por su parte, a priori PP y C's apenas se verían castigados electoralmente por la gran coalición. La posición de C's entre PP y PSOE haría que su electorado empatizase con ello y, el único temor que podría tener la formación naranja, es el ver reducido su electorado por los dos grandes partidos que le harían el bocadillo. En el seno del PP, por su parte, si bien preferirían gobernar solos, no verían mal esta solución al asegurarles un lugar preeminente y seguir en el gobierno.
La izquierda, por su parte, sería la que a corto plazo más tendría que perder con la gran coalición, aunque podría verse beneficiada a medio plazo por la huida de los votos más izquierdistas del PSOE. Y digo que a corto plazo sería la principal perjudicada porque no sólo no tendría ningún poder decisorio de gobierno, sino porque las fórmulas económicas de corte neoliberal en un gobierno de gran coalición estarían aseguradas.
La opción alternativa de gobierno planteada es la de una amplia coalición de izquierdas (un "gobierno a la valenciana" que le llaman ahora desde Podemos). Ésta, si bien no poseería mayoría absoluta (sumaría el 46% de los escaños) se situaría cerca de ella y podría llegar a formar gobierno (mediante sendos acuerdos con PNV y ERC pongamos por caso). No obstante, el PSOE se erigiría nuevamente en protagonista, pues podría verse perjudicado por dicho pacto. Por un lado, sus sectores situados más a la derecha (empezando por Felipe González) verían con malos ojos un pacto con Podemos e IU, por lo que parte de su electorado podría buscar refugio en C's o el PP, ante el 'miedo' a Podemos. En todo caso, al no sumar mayoría absoluta esta coalición, que necesitaría del apoyo de un partido catalanista al menos, no parece que Pedro Sánchez vaya a dar el paso de formar una coalición de izquierdas, aunque en este caso fuese él quien encabezase el gobierno y, por tanto, quien se convirtiese en presidente. Y es que, si bien Podemos se muestra partidario de convocar un referéndum en Cataluña, el PSOE es contrario al mismo, y sus barones territoriales ya han dejado clara dicha posición, por lo que aceptar dicha condición para poder contar con el apoyo de ERC o de DiL en Madrid, podría conllevarle a Pedro Sánchez perder el control de su propio partido.
En todo caso, el tema vasco y catalán parece que juega mucho en esta ocasión. Los 17 escaños que suman los grupos catalanistas en el Congreso, así como los 8 que suman los vasquistas suponen, en la correlación de fuerzas actual, un hecho muy a tener en cuenta. Esto es especialmente remarcable en el caso catalán, cuyos diputados nacionalistas ya han dicho que sin referéndum ven muy difícil poder apoyar o abstenerse ante cualquier opción de gobierno. Por otro lado, de materializarse la gran coalición PP-C's-PSOE, todo parece indicar que, visto cómo han reaccionado ante cuestiones precedentes las sociedades vasca y catalana, una gran coalición lo único que conseguiría en País Vasco y Cataluña sería reducir el peso de los partidos de dicha coalición y aumentar el de los nacionalistas y Podemos.
Desde luego, nos enfrentamos ante un escenario que nadie sabe cómo gestionar y en el que cualquier decisión puede tener importantes efectos para algunos partidos. Habrá que ver quién asume riesgos, si los asume, o si seguiremos caminando, como todo parece indicar, hacia unas nuevas elecciones en el mes de junio.
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