"Escuchar la puerta y temblar.
Cerrar los ojos deseando que hoy, por fin, esté de buen humor. Tal vez hasta pueda parecer que todo es como antes, como al principio, como cuando te querías.
Pero hay miradas que atraviesan el alma para helarlo de golpe en un solo bloque.
Porque no lo vales. Y da igual que lo intentes. Al menos hay alguien que soporta estar a tu lado, a pesar de todo; a pesar de ti.
La tristeza de que tu mayor anhelo sea cambiarte para conseguir la aprobación de tu verdugo. Distorsionarte hasta no reconocerte a fin de que puedan quererte.
Y lo pierdes todo de ti por conseguir su perdón. Perdón por ser tú. Perdón por la imagen que te devuelve el espejo.
Pensar que no hay nadie más culpable que tú mismo cuando su grito te hace encogerte y clavar la mirada en el suelo.
No tener miedo a los golpes, sino a su frío. Ese frío que le hace no verte."
No quiero hablar de datos sino de sentimientos. Las cifras nos deshumanizan. Vemos en las noticias que en una semana han muerto tres mujeres por violencia de género y ni nos inmutamos. Aún seguimos escuchando que el problema está en que no se denuncia.
Tenemos que entender que se vive con amor y no con odio. El maltrato es por quien más se quiere, y esta venda convierte un infierno en rutina. Y como con toda rutina no se lucha sino que se acepta. La relación es como es, pero siempre es suya y solo ellos son capaces de entenderlo.
Se olvida el significado de la libertad y se deja de dirigir la única vida que nunca va a dejar de pertenecernos.
Pronto aparece el miedo, y lo va llenando todo hasta que ya no queda espacio para nada más. Miedo a que esta vez sea la última. Y se convierten en presas de la peor cárcel posible: la propia.
Pero llega el día en que la venda se cae. Y recuerdan quien es la llave que abrirá todas sus celdas. Aparece esa valentía que solo la libertad nos da.
Y se espera que pase el tiempo aun sabiendo que no es cierto eso de que todo lo cura. Porque hay heridas demasiado arraigadas para que nada las supure. Pero por favor que la cicatriz se lleve con orgullo, no con vergüenza. No olvidéis que son las marcas de las heroínas que han sido capaces de luchar la peor guerra de todas: la del sentimiento. Haciendo con ello del género humano, un mejor género.
Busquemos nuestro cambio y consigamos el de todos. Para que llegue ese día en el que no haya que hablar de esto, en donde las tareas del hogar sean de eso, del hogar, y no haya amas de casa sino amas de sus vidas. Que la igualdad sea el camino y la educación lo cerque.
Y si el futuro solo es el reflejo del presente, usemos todo ese sufrimiento para conseguir que nada haya sido en vano. Consigamos aunar todas vuestras lágrimas en el grito silencioso que nos despierte.
Pasemos del saber levantarnos al saber caernos. Alteremos el orden y reinventemos el producto.
Olvidemos la política de géneros y hagamos política para personas con los mismos sentimientos.
Natalia Robledo Carranza.
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