Hay una escritura de la tierra, trazada en las líneas de los surcos, que habla de una labor humana de supervivencia y de esfuerzo. Es una escritura delicada y continua, trazada con el primor de unos paralelos que establecen secuencias ordenadas que nos imantan y atraen. El gran poeta portugués Eugénio de Andrade ya hablaba de esa escritura de la tierra, esa que tiende a la armonía y la serenidad, pero que está impregnada también de las huellas del corazón y de la vida.
José Luis Puerto (Texto) / Rosa Gómez (Foto)