Muchas veces, si no siempre, ante una cuestión profunda o de mucha humanidad me digo lo mismo: Si pudiera?
¡Si pudiera yo decirlo de tal manera que resultara claro a inevitable, si pudiera poner la palabra adecuada y la expresión justa para convencerme definitivamente de lo que digo y convencer al que me leyera o escuchara!. ¡Si pudiera decirlo tan alto y tan suave que encontrara eco hasta en el lector más reticente, si lo hubiera!.
Ahí sigue el desafío, recordado ayer en 10 horas de Oración por Manos Unidas y mañana domingo en colectas y compromisos. El temor y el temblor de media humanidad que sobrevive de hambre, sin dignidad reconocida y con la miseria y la sed de todos los días; y en el otro frente el mismo llanto por la escandalosa fragilidad de esa otra mitad del planeta, rica y prepotente, que es incapaz de gestionar con cordura y equilibrio la riqueza y la belleza de esta tierra de todos.
Ahí siguen, frente a frente, cada amanecer: los pueblos pobres del sur, con su hambre y su deuda, su sufrido comercio injusto y sus materias primas embargadas, su sanidad sin llegar y sus vacunas imposibles, su gobierno supercorrupto y su pasividad ante el blanco del norte, su conformismo y su resignación a prueba de casi todo? Pesada letanía que como mantra repetido años y años de mano en mano sirve de freno a cualquier proyecto integral.
Y los pueblos del norte de la abundancia , de los que han nacido y siguen naciendo muchos de los males del Sur subdesarrollado, desde un comercio injusto o el inútil paternalismo hasta el control de las materias primas o la pesada deuda externa alegremente provocada, pasando por el comercio de armas o las guerras internas empujadas desde fuera... La lista es tan vieja como conocida y, aunque harían falta precisiones y hasta rebajas, no deja de ser soberbia e impía.
En medio de esta quiebra caben acciones e indignaciones, proyectos y ayunos, informaciones y cambios sociales? Y hasta son casi de obligada participación para el ciudadano ocupado en cosas de humanidad. Por ahí van las iniciativas e intervenciones de Manos Unidas, como los de otras organizaciones que trabajan en ese campo, y que se concentran especialmente en este mes de febrero.
Se cumplieron hace poco mis cincuenta años (¡cincuenta años!) de trabajo como voluntario de Manos Unidas y de socio de otras organizaciones similares. En este tiempo he aprendido, he crecido, me he indignado, me he convertido (muy poco), me he apasionado y he descubierto que se puede empujar la historia y, como aquel chaval de los cinco panes de cebada en el evangelio de Juan, cada uno tiene resortes suficientes ?tiempo, sentimientos, dinero, 5 panes, valores y virtudes? - para echar una mano y empujar el carro de la justicia, del desarrollo y de la dignidad para todos, especialmente para esa tercera parte de la humanidad que pide pan y reclama justicia. Y admiro de paso y a la vez a los cientos de miles de personas, de toda clase, procedencia, ideología y condición, que cada día ponen su parte, cerca o lejos, por un mundo más justo y menos inhumano.
Pero vuelvo al principio, me llevo diciendo esto medio siglo y apenas he cambiado nada en dedicaciones y solidaridades, y llevo escribiendo y hablando de esto esos cincuenta años y no he sido capaz de transmitir la ternura de la justicia y la contundencia de la misericordia en un mundo que sigue casi tan mal repartido como cuando empezaba yo a deletrear lo del hambre en el mundo de la mano de Manos Unidas hace ya? medio siglo. Si hubiera podido, si aún pudiera?
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