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Perdonar al que nos ofende
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Obras de misericordia espirituales: 4-

Perdonar al que nos ofende

Actualizado 01/02/2016
Antonio Matilla

[Img #544127]En una sociedad hipertecnológica e hiperinformada es fácil irse por las ramas, perdernos en el follaje y las flores y olvidarnos de la savia, el tronco y las raíces. Una actitud favorece el acercarse a lo sustancial: ser políticamente incorrecto y contracultural, no sea que el peso de los perifollos acabe desgajando las ramas, sangrando la savia y secando la raíz, aunque esta suele ser resistente e hibernar durante largo tiempo para rebrotar en la siguiente primavera cultural.

Esta obra de misericordia es contracultural: una parte importante de la humanidad no necesita perdonar porque no concibe la ofensa; si no hay pecado, difícilmente podrá ser perdonado; a lo más que podrás aspirar es a que cese el eterno retorno de lo mismo y a controlar el sufrimiento hasta ese momento; otra parte, menos numerosa, pero más mediática, se sabe y se cree en posesión de la verdad y puede practicar la tolerancia: eres de segunda división, pero no voy a impedirte que juegues en la liga global, aunque todo lo más en la división de plata; una minoría muy actual se deja de remilgos y dice algo así como: o vas por mi camino, o te rebano la cabeza?literal. En el otro extremo ?y ya se sabe que "los extremeños se tocan"- una muy influyente, si bien minoritaria parte de la humanidad, controladora de los poderes civilizados y globalizados, tampoco perdona pues se rige por la ley del más fuerte, del mejor informado, del más poderoso y distribuye carnets de influyentes o descartados, dependiendo del papel que te haya tocado en suerte azarosa o hayas conquistado en inmisericorde competición.

El perdón es necesario para recuperar y seguir progresando ?el progreso es una categoría cultural importante- en la dignidad personal. Y así, hay bebés angelicales que, cuando se enfadan, pierden su belleza y su armonía convirtiéndose en fieras corrupias, dictadorzuelos, emperadores tiranuelos de la casa y la familia; si no fuera por el perdón de los padres, que ven la belleza interior de su hijo más allá de la fealdad inmediata, tendrían muy difícil crecer en paz y equilibrio interior.

En nuestra historia española inmediata ?en los últimos, digamos, noventa años- unos y otros hemos sido capaces, después de soportar e infligir muchas ofensas, de poner el contador a cero, hacer tabla rasa y concedernos unos a otros la posibilidad de convivir y de hacer patria sin renunciar cada uno a sus ideas. Ha habido cientos de miles de víctimas, la mayor parte de las cuales han sido capaces de perdonar al ofensor, ganando la propia paz espiritual y ayudando a recuperar la dignidad ajena. Son los mártires, creyentes o no, que han regado la paz que disfrutamos con su sangre.

Esta posibilidad de convivencia no está ganada de por vida y hay que mantenerla con el esfuerzo de los que somos protagonistas actuales. Hay peligros en el horizonte, revisionismos, fundamentalismos, ausencia de memoria, memoria focalizada, falta de perspectiva y de visión a largo plazo, tanto hacia el pasado como al futuro, que hipotecan la convivencia.

Los ofensores, por su parte, tienen muy difícil el reconocerse como tales si se les practica un cordón sanitario o se les excluye de todo diálogo constructivo. En esas estamos. Los cristianos, como el resto de ciudadanos, tenemos mucho que decir, hacer, perdonar y, como los demás, o más, por la conciencia de pecado, hacernos perdonar. Nunca mejor dicho: que Dios, nuestros contemporáneos y los historiadores nos cojan confesados.

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