"Soló la cultura da libertad... No proclames la libertad de volar, sino dar alas, no las de pensar, sino las del pensamiento... La libertad que hay que dar al pueblo, es la cultura" (Unamuno)
Cada día vemos con desencanto como se nos anuncian las cifras del paro. Cada día vemos las interminables colas en las oficinas de cualquier ciudad. Cada día las encuestas sitúan la falta de empleo, en primera preocupación y más grave de los españoles, ante la acuciante necesidad de encontrar, un puesto para salir de esa inhumana y maldita lista del desempleo.
A pesar de ser noticia reiterada, no deja de ser un lastre, una penosa impotencia, un injusto desasosiego, para todo aquel que lamentablemente se encuentra inmerso en esta encrucijada. Y desde hace tiempo, la incertidumbre y la perdida de esperanza está haciendo mella y, causando graves efectos físicos, y psicológicos.
Todos, necesitamos sentirnos productivos y útiles como seres humanos, bien trabajando para otros, bien como autónomo, incluso también para encontrar una ocupación que nos haga sentir satisfechos en la vida. Emprender alguna tarea y completarla es algo esencial y básico. Si menospreciamos y reprimimos esta necesidad, pasamos a una experiencia dura, dolorosa y extenuante que se ve prolongada a la falta de interés. Y, las personas, que por la causa de no sentirse útiles pierden el interés por la vida; se desmoronan. No tienen ningún objetivo y comienzan a convertirse en una carga para sí mismos y para la sociedad en la que viven. Padecen graves depresiones, se menosprecian y empiezan a experimentar síntomas de todo tipo. "No hay más que ver por las calles a hombres y mujeres desprovistos de moral y ánimo, personas que han perdido su casa, su familia, hijos, trabajo y, lo que es peor (como contaba un entrevistado en estas condiciones)? He perdido mi dignidad como persona, me encuentro vacío, inútil y avergonzado? Mi familia me pide que vuelva, pero ya no puedo". Es la frustración de los que se vieron forzados, otros siguieron ese instinto que te condena a una vida de, deambular sin rumbo, al aburrimiento y a la inmovilización que un día comenzó a nacer con la inactividad.
Por ello, todo ser humano vivo desea trabajar, al menos en principio, y según pintan las cosas hoy, son muchos los casos en los que se solicita trabajo ? de lo que sea- fuera ya de aquello, que fue su especialidad, experiencia, estudios etcétera. La profundad necesidad que el ser humano tiene de un trabajo significativo, puede verse en las personas "disminuidas físicas o mentalmente". Por muy diversos y graves que sean sus deficiencias, todos estos individuos pueden hacer algo, quieren siempre hacer algo, y descubierta está que es la mejor terapia que se ha encontrado, su mismo semblante, su vitalidad, su estado de ánimo y su recuperación- es el día y la noche- de los que pueden hacer algo- y aquellos que lamentablemente miran sin tener la oportunidad de ser incluidos. Así ocurre con cualquier otra persona, a los que se les niega la posibilidad de trabajar; se verán afectados psicológicamente y no son pocos aquellos que se convierten en individuos resentidos, frustrados, deprimidos. Se sienten inactivos y crónicamente dependiente de los demás. Así, a aquellos que se les ofrece algo, o lo encuentran ellos, se les ayuda en lo necesario para llevar a cabo su actividad, con el fin de emprender y desarrollarse como persona, y así recobrar de nuevo su vitalidad, orgullo, su respeto en definitiva su dignidad, que deriva también en aportar algo a la sociedad y ganarse honradamente la vida y satisfacer adecuadamente las necesidades de su familia.
Hoy, desgraciadamente con esas mareantes cifras de desencuentro con el trabajo y el empleo, se une, a la desafección política y a la desconfianza en sus dirigentes, los graves prejuicios, físicos y psicológicos, por los que atraviesa una sociedad cargada de obreros polivalentes, donde ya nadie se coloca y recoloca para aquello que se especializo y fue formado; no ya los jóvenes universitarios ? donde muchos han dejado atrás su tierra- sino, que mecánicos, cerrajeros, albañiles, carpinteros y otro sinfín de etcéteras, tienen que ejercitar el ingenio o la capacidad creadora para optar a un empleo, que incluso no sabían de dicha capacidad, de no haberse encontrado entre la listas del escalafón del paro.
Fermín González.-
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