Sorprenderse a estas alturas del grado de dependencia de las nuevas tecnologías en buena parte de la población (los jóvenes en particular) es descubrir el Mediterráneo. Pero quiero referirme a un aspecto trascendental de este fenómeno, que alcanzó con internet su punto de inflexión. Y es, al hecho de que no está influyendo únicamente en los hábitos cotidianos, sino en la formación de una mentalidad colectiva hacia un cambio del paradigma socioeconómico.
La revolución que ya está en marcha no tiene que ver con las apocalípticas previsiones de los anticapitalistas o los redentores que pretenden construir el futuro mediante recetas rancias de neocomunismo; su fundamento nace de la sustitución de los viejos conceptos de conocimiento, experiencia y eficacia por uno solo: comunicación. Acaba de hacerse pública la lista de los trabajos más deseados por los jóvenes norteamericanos; las empresas preferidas son, por este orden, Google, Walt Disney, FBI y Apple. Las cuatro, directamente vinculadas a la comunicación. La Oficina Federal de Investigación (FBI), como la Central de Inteligencia (CIA), también lo está, puesto que el concepto de inteligencia es en este caso la acepción anglosajona de información.
De lo que se trata es de que los sectores influyentes de la sociedad orienten bien esta tendencia. Que la conveniencia, la necesidad y el ansia de comunicarse no se queden en mera gratificación superficial, que sirvan para hallar información sustanciosa del pasado, profundizar en el conocimiento de las ideas y los hechos del pesente y para trazar, entre los más capaces, normas positivas de convivencia y trabajo para el futuro.
(Fotos J. J. Muñoz: 1. Paraninfo de la Universidad de Salamanca. 2. Metro de Madrid)
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