13/noviembre/domingo
Es domingo y voy a Cañizo. Un paseo largo en coche, sin prisa, viendo el paisaje, de trigos y cebadas verdes, incipientes, mortecinos, por falta de lluvia. Está siendo un invierno demasiado seco. Veo algún milano en lo alto del cielo oteando la tierra, en busca de alguna pieza que llevarse al pico. Vuelan en círculo, despacio, batiendo las alas en situación estática, para no perder de vista al ratoncillo de turno, al pájaro despistado o al conejo que ha salido de su madriguera a comer. Hoy, mediados de diciembre, el sol luce como en primavera. Cuando el invierno se de cuenta, seguro que irrumpirá con virulencia.
Los domingos son días pacíficos, lentos, como si la vida se parara para dejarnos disfrutar de no hacer nada. Es un día para ser espectadores, para hacer deporte, correr o andar por alguna ruta señalada o salvaje. El campo siempre está ahí, esperando, pero ahora todas las ciudades tienen caminos urbanizados, carreteras verdes, junto a los ríos o en los propios parques. Son caminos pintados y marcados, para que podamos saber, antes de ponernos en marcha, la dificultad del terreno y la distancia. Se siente así el ciudadano protegido e incentivado para hacer ejercicio. En algunos de estos caminos urbanitas hay incluso aparatos mecánicos para que se entrenen los más atrevidos. Son los avances de la modernidad.
Otros prefieren los centros deportivos, los gimnasios, donde el deporte adquiere categoría casi profesional. Hay gente que le gusta ir al límite de revoluciones dándole como posesos a la bicicleta estática y otros artilugios de último diseño. Mantener la figura, perder peso, se ha convertido para algunos en una religión. Los hay que incluso tienen entrenador personal. Lo deben hacer porque les sobra el dinero y por falta de voluntad para someterse a una disciplina que exige esfuerzo. Conozco barrigudos y panzabuches que presumen de entrenador personal. Son las cosas de la estupidez.
Yo huyo de los centros deportivos. Prefiero el aire libre. Los lugares cerrados, por muy espectaculares que sean, me deprimen, me dan claustrofobia, además de que siempre me huelen de forma intensa al cloro de las piscinas y a sudor. La gente suda y suda y eso se nota por todos los sitios. Por mucha vestimenta elegante y de pitiminí que lleven algunas mujeres, y por muy de última moda que sean las zapatillas de los señores, el sudor es sudor. Por eso yo prefiero el aire libre, la ruta diseñada o la que me surja para pasear con Chambo y Rumbo. Chambo es un espectáculo cuando corre, va y vuelve, persigue a las ciclistas que andan por los caminos de los pinares, compite con ellos. Cuando llega a su rueda trasera se vuelve como una exhalación hacia mi. Otras veces persigue a los corzos, que abundan entre Valladolid, Puenteduero y Simancas. Rumbo, aún cachorro, anda atolondrado y se asusta de los pájaros. Es un perro de aguas color chocolate con mechones blancos. Chambo, border collie, está celoso y le cae mal Rumbo.
14/noviembre/lunes
Los lunes siempre me han caído antipáticos. La vuelta a la rutina es consecuencia del castigo divino, del "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Acudo a un desayuno en un hotel organizado por un periódico local. Debaten cuatro ponentes sobre la internacionalización de nuestras empresas. Fui sin convicción, al ser frecuentes este tipo de encuentros donde se dan cita empresarios, políticos y periodistas. Pero salí contento. Los ponentes estuvieron bien, y el tema resultó interesante, fundamental para mejorar nuestra maltrecha economía.
Por la noche, un debate electoral en televisión centró mi atención y la de casi 10 millones de españoles. El popular Mariano Rajoy y el socialista Pedro Sánchez. Un debate a dos cuando eran cuatro los candidatos que, según todas las encuestas, se llevarán la mayoría de los votos. Quedaron fuera Albert Rivera, de Ciudadanos, y Pablo Iglesias, de Podemos. O sea, todo el centroderecha y toda la izquierda izquierdista. Casi nada.
El debate se convirtió en un duelo bronco por los ataques personales. Los inició el socialista, muy tocado por la agresividad, al decirle al popular que un gobernante tenía que ser decente y él no lo era; el popular le replicó calificándole de ruin, mezquino y miserable.
Por un momento vimos la España de siempre, la de los garrotazos de las pinturas de Goya. La España maleducada, de la que no se puede uno fiar nunca. Sangre caliente, belicosa, temperamental. Lo de menos fueron las propuestas, los proyectos y los programas que deben votar los españoles el 20D.
En la Transición hubo un hombre, Adolfo Suárez, al que le llamaron de todo. El socialista Alfonso Guerra le llegó a calificar como "tahur del Mississipi". Pero él nunca respondió con otro insulto. Se limitaba a sonreir y demostrar con el ejemplo que las heridas de la Guerra Civil sólo se curaban con actitudes generosas y sentido democrático. Sabía que el tiempo le pondría en su sitio en la historia. Y así fue. Años más tarde llegó al poder un hombre muy arisco, crudo, antipático, José María Aznar, y logró soliviantar otra vez a la España cainita. Volvió la España de las malas formas.
Ahora el que ha abierto la veda ha sido el socialista Pedro Sánchez. Posiblemente tuvo razón en el contenido de algunas de sus críticas a Rajoy, pero en democracia las formas son determinantes. Las formas son parte del mismo fondo. Por eso esta España malhablada, de lengua de arpillera, es rancia, antipática, extemporánea. Esa España, en estos tiempos, es inaceptable. Rivera e Iglesias tienen otro lenguaje. Por eso, sin participar, ganaron el debate.
Quien no domina la lengua, equivoca el lenguaje, que es el alma de la ideología, de la filosofía y de la religión. O sea: malos tiempos nos esperan con este Pedro Sánchez lenguaraz y astibronco si los votos le mantienen en Las Cortes y su partido, el PSOE, le avala para el futuro. Y peor con un Mariano Rajoy de contrincante al que le pudiera aquejar el mal del resentimiento.
16/diciembre/miércoles
He recuperado la afición de andar cada día entre una y dos horas. Rumbo ya empieza a sacarme para que lo pasee, después de haberle puesto todas las vacunas. Sin duda un perro es un seguro para el corazón, por el ejercicio que nos hace hacer y por el cariño que nos entrega. Por eso siento una zozobra interior terrible cuando leo dos noticias de maltrato a perros, tan habituales en los periódicos. En una dan cuenta de que lanzaron a un galgo por el Puente Pino, o de Requejo, de Zamora y el animal quedó enganchado con la cuerda a los hierros del puente. La guardia civil tuvo que hacer un ejercicio de riego para poder librar al animal, aunque ya muerto. El puente-viaducto se levanta sobre un Duero encajonado, de belleza agreste que contrasta con los materiales gráciles, de hierro, que parecen suspenderse en el aire. El puente Pino, llamado también de Requejo, fue construido en 1914 y une las comarcas de Sayago y Aliste. El primer impulsor de esta magna obra fue Práxedes Mateo Sagasta, que fue diputado por Zamora. Pero quien logró que reproyecto pasara a la realidad fue Federico Requejo. El ingeniero fue José Eugenio Ribera y la obra semeja el sistema y estructura de la Tour Eiffel.
Como en El Trébol con Amado Aliste, Ventura Zamora, Jacinto Vidriales y Amancio Villabuena. Una cecina leonesa extraordinaria, tortilla de competición, una delicia, y capón de corral, como antaño. Carne con sabor a antaño. Hablamos de política, porque la campaña electoral lo invade todo. Y, cómo no, del debate entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. Todos coincidimos en que por el procedimiento de la bronca y el "y tu más" no se va a ninguna parte. Y que los españoles no tenemos solución: necesitamos siempre volver a las andadas. Parece como si tuviéramos un sitio reservado en la historia de los malos modos y la belicosidad.
Por la noche es noticia Mariano Rajoy, que recibió un puñetazo en la cara de un chico de 17 años mientras estaba haciendo campaña en su tierra, Pontevedra. Un loco que irrumpió en el escenario electoral. Los líderes de los demás partidos se solidarizaron con Rajoy, entre ellos el socialista Pedro Sánchez, quién no dudó en enviarle un mensaje de solidaridad a él y a su familia. Bien está lo que está bien.
Ya sólo quedan tres días para las votaciones. El domingo por la noche la emoción está servida.
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