"Para la salud del alma, ese esperanzador punto de contrición en el ultimo nstante de la vida... Pero la del cuerpo debe cuidarse cada momento... El tiempo perdido nadie nos lo puede devolver". (F.F. Gómez)
El concepto de descanso, que se asocia a la placidez, a la tranquilidad, al sosiego, incluso a la paz y al ocio, es, como en la pintura la luz y la sombra, el contraste necesario de la vida, que es cambio constante, preocupación apasionada, ejercicio físico o mental, vibración de emociones, poderosos vientos de deseos inconscientes, que nos arrastran tanto al placer como al dolor, en unas secuencias de vitalidad donde impera siempre el movimiento. Y el descanso consiste, precisamente, en detener el movimiento. Relajar los músculos, entregarse al efímero placer de "no hacer nada", - vulgarmente ?"tirarse a la bartola-". Es lo que se intenta durante las vacaciones, aunque el efecto suela ser todo lo contrario. Por paradoja, quizás durante las vacaciones es cuando menos tiempo dedicamos al descanso. Se cambian las actividades, pero el descanso completo no llega nunca. "Que descanse en paz", se desea al difunto, dando por supuesto que la paz y el descanso se refugian siempre en los cementerios.
Ni en sueños descansamos, porque nuestras neuronas están más activas que nunca, fabricando universos imaginarios; el pulso se ralentiza, lo mismo que la respiración y la digestión, pero no descansan. Sin embargo, hay momentos de la vigilia en que el sentimiento de placidez que acompaña al descanso nos invade, produciendo una inefable sensación de felicidad, que detiene el tiempo por unos instantes. Sensación engañosa, porque somos esclavos del tiempo, que nos arrastra a la desaparición. No obstante, al volver al ajetreo de la vida cotidiana, recordamos con nostalgia aquellos instantes de placidez, que sólo se dan en contadas ocasiones, y en circunstancias especiales de soledad y sosiego.
Como en ese amanecer en la playa tranquila, en que parecen haberse suspendido las leyes físicas del movimiento marino. Los rayos del sol, todavía en perezoso ascenso, apenas rozan la piel y me invitan, con su agradable caricia, a poner en marcha mis más profundos pensamientos. La placidez del momento, me inhibe de las congojas y preocupaciones diarias, para abrir mi mente a la reflexión sobre mi propia vida, así como también la de aquellos que te rodean y forman parte de tu propia existencia, sin embargo, en esa presumible placidez, se te acumulan los pensamientos y te preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué me espera? ¿Por qué se han convertido en humo mis ilusiones, mis creencias, mis esperanzas? ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Qué debo hacer para retener ese momento de felicidad? Repaso mi vida y fijando los ojos en el lejano horizonte intento recordar algunos momentos de mi breve estancia en este mundo tan pequeño, tan inhóspito, tan hipócrita, tan insolidario, tan incomprensible. ¿Por qué nací, en vez de quedar alojado en la nada, como la inmensa mayoría de óvulos sin fecundar? ¿Por qué tiene que nacer y morir el amor? ¿Por qué el ser humano ha de vivir sometido a los deseos? ¿Por qué hay tantos amores frustrados, tanto desgarro pasional que conduce a la desesperación y a la muerte? ¿Este es el mundo que me predican como el mejor de los posibles? No veo a mí alrededor más que desgracia, miseria y sufrimiento, frente a mentiras, fraudes y egoísmo. No impera más que esa farsa, donde no ves a las personas, sino mascaras.
Sigo mirando a lo lejos y por más que aguzo la mirada no veo a Dios por ninguna parte. ¡Qué buen invento este de los dioses! Calma las angustias de la vida y de la muerte a los que menos piensan, los somete a la disciplina de una fe y a la obediencia de una supuesta autoridad. Pero yo sigo siendo un ser individual, que quiere pensar en su corta existencia con el juicio crítico de su propia razón. Esa es mi dignidad y mi orgullo. Deseo, por encima de todo, que se puedan multiplicar los momentos de placidez para poder sentirme yo mismo, un homo sapiens que piensa, que siente lo que piensa y que comparte lo que siente. Este es el fruto de mis vacaciones. ?Y, puedo prometer y prometo, que no volveré a reflexiones tan profundas, y, a fustigar mis meninges, hasta el nuevo año-. Al tiempo.
Fermín González
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.