Quisiste abrir los ojos con las farolas fundidas, y hallaste un volcán que restauró tus heridas.
El sereno canta la hora, retumba la madrugada, la cúpula estrellada, grita.
Te entregaste dichosa entre juegos y caricias? y ella desapareció sin nota en la mesilla.
Hay corazones de ozono, no tocan las orillas, no atracan, ni echan cabos, te suspiran y te olvidan.
Hoy viniste a mi consulta, de regreso a los toriles sin cuadrilla, en la ecografía de tus venas encontré a una chiquilla; enamorada, temerosa, frágil, quebradiza. En mi abrazo te llevaste la vacuna del olvido, el trance es el peaje de un corazón dividido, entre aguas turbulentas y el remanso del camino.
A esas mujeres niñas que va curtiendo la vida, y a sus ángeles que las cuidan.
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