Don Mariano, insigne empresario, regentaba una pequeña empresa en la que trabajaban 20 personas; casi todos los trabajadores habían empezado con él, allá por los años 80, por lo que su plantilla estaba compuesta mayoritariamente por trabajadores con contrato indefinido, una antigüedad en torno a los treinta años y con edades que iban desde los 50 a los 60 años. La empresa marchaba razonablemente bien y no existían problemas importantes, ya que sus empleados se sentían parte integrante de la empresa, conocían su trabajo y veían con tranquilidad su futuro ya que las cotizaciones acumuladas a lo largo de su vida laboral les permitían esperar una jubilación más o menos digna.
En estas llegó la famosa crisis y, aunque la empresa de Don Mariano no la sufrió especialmente, unos avispados asesores le convencieron de que no podía desaprovechar las condiciones que le ofrecía la mal llamada "Reforma Laboral". Don Mariano lo pensó durante diez segundos, es verdad que siempre había presumido de que sus empleados y él eran como una gran familia y que sus destinos siempre estarían unidos, pero ¡qué caramba!, no iba a ser el más pringado de todos sus conocidos. Sin más trámites fabricó unas cuentas que reflejaban una situación de pérdidas (lógicamente no podían figurar aquí los sobres que iban y venían) y cerró su empresa; como ya había tenido la previsión de no tener nada a su nombre el Estado, a través del Fondo de Garantía Salarial, se hizo cargo de las indemnizaciones, y él conservó el patrimonio acumulado gracias al trabajo de.. sus antiguos empleados.
Juan era uno de los trabajadores de Don Mariano, él creía que su hombre de confianza; siempre defendió a su empresario, nunca secundó huelgas ni reivindicaciones, que en realidad eran para los vagos y los malos trabajadores, los trabajadores de verdad como él estaban dispuestos a darlo todo por la empresa, a hacer las horas que fueran necesarias, a sacrificar sus vacaciones. Al fin y al cabo la empresa era un poco suya y contaba con el aprecio y el apoyo de Don Mariano. No pudo entender cómo fue posible su despido, después de tantos años, no supo digerir que no era tan especial como creía y que a la hora de la verdad Don Mariano valorase más sus propios beneficios que la amistad que decía tenerle (Juan, no te preocupes, tú nunca tendrás problemas, le decía continuamente, y él lo creyó).
Ahora Don Mariano ha constituido una nueva empresa, esta vez una sociedad, que es menos arriesgada, así su patrimonio quedará a salvo siempre. Se dedica a lo mismo, y lo hace con las mismas instalaciones y medios (recuperados a través de un testaferro por una módica cantidad), pero al ser una empresa de nueva creación ha obtenido ayudas y subvenciones públicas. Algunos de sus antiguos trabajadores han vuelto a trabajar para él, pero ahora lo hacen como autónomos, por mucho menos dinero y sin ataduras; para ello le han comprado alguna maquinaria vieja con el dinero que les dieron por su indemnización, trabajan muchas más horas y aceptan sus condiciones. Oficialmente son unos emprendedores, realmente unos pringados. Los demás, la mayoría, los más mayores, que empezaron con Don Mariano, ya no tienen sitio en la empresa.
Juan ha terminado de cobrar la prestación por desempleo y se arma de valor. Pide a Don Mariano un sitio en su nueva empresa, de lo que sea, no importa el salario ni las condiciones; Don Mariano le explica que no es posible, la empresa necesita gente joven, dinámica, con una sólida preparación, la empresa tiene que ser competitiva; sin embargo, magnánimo como es, le ofrece contratar a sus dos hijos, que han finalizado sus estudios universitarios, cuentas con varios másters y hablan idiomas; claro que tendrá que ser con un contrato temporal y a tiempo parcial (por el que recibirá subvenciones), que les exigirá una máxima flexibilidad y disponibilidad, pero entre los dos podrán llegar al 70% de lo que ganaba su padre, siempre que demuestren que son trabajadores y están dispuestos a echas las horas que haga falta por amor a la empresa.
Ahora Juan ve como sus hijos, en cuya educación ha invertido todos sus ahorros, trabajan todas las horas de todos los días para poder subsistir; el ya no puede cobrar el subsidio de 426 euros mensuales que le habían dado porque con el sueldo de sus hijos su unidad familiar supera el límite establecido; tendrá que tirar unos años a su costa hasta que pueda jubilarse, claro que al haber estado varios años sin cotizar su jubilación ya no será la esperada, sino la mínima, tendrá que despedirse de sus proyectos de disfrutar con su compañera de una vejez aseada.
La empresa de Don Mariano, ahora sociedad, cuenta con 40 trabajadores, el doble que antes, pero su coste es inferior; todos ellos son licenciados (perdón, graduados, algunos dobles), producen mucho más y es tremendamente competitiva; además, gracias a sus guais asesores no solo no tiene que pagar impuestos sino que consigue ayudas, subvenciones y exenciones. Acaba de conseguir un galardón que le significa como un modelo de empresario, un ejemplo de que ya hemos salido de la crisis y estamos creando empleo. ¡Hay que joderse!
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