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El valor de un saludo
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El valor de un saludo

Actualizado 29/11/2015
Aniano Gago

20/noviembre/viernes

Voy al trabajo y hablo con Isidro Navas. Ayer actuó su mujer en Madrid y cosechó un gran éxito. Beatriz Esgueva es una mezzosoprano con registros de voz negra extraordinaria que emplea en versiones originalísimas de los años 80 y 90. Tiene un gran futuro por delante y pronto tendrá que elegir actuaciones porque se le acumularán las demandas. Pero el mundo musical es muy complejo, laberíntico, y no es fácil abrirse un hueco. El talento no es suficiente. Se necesitan apoyos y la publicidad infalible del boca a boca. También hablo con Luis Santos que acababa de volver de luna de miel por el centro de África. Muy moreno y satisfecho de la experiencia. Y más enamorado que cuando se fue. ¡Qué maravilloso es el amor y la juventud!

Como con Juan José Infante. En El Trébol. A destacar unas alubias canela con perdiz y una carpaccio de atún. Infante se presenta con un reserva Ribera del Duero de la bodega Pérez Pascuas de primera magnitud. Ahora muchos restaurantes permiten llevar el vino, una forma de evitar facturas excesivas. Hablamos de muchas cosas, especialmente de política y periodismo. De política pensamos que Ciudadanos y Albert Rivera pueden sorprender sacando muchos más diputados de lo que dicen las encuestas, que el PP puede recibir un castigo de tal magnitud que termine por sacar del escenario a Mariano Rajoy y que el PSOE tiene un líder que necesita más tiempo. De Podemos ni hablamos; ya pasó un poco la fiebre de ser conversación monotemática.

En cuanto al periodismo llegamos a la conclusión que está en uno de los momentos más bajos de la historia. Ya no hay editores de periódicos como los de antes, profesionales dedicados a eso, excepto honrosas excepciones; ahora son empresarios de fregados varios que defienden otros intereses. Y cuando no, propios que se entregan al poder que más calienta al andar caninos. Los periodistas, en medio de esto, son víctimas de la situación, excepto cuatro. Los jóvenes, desde luego, son pasto de la desprotección general, de sueldos míseros y futuro desesperanzado. Y ya sabemos que una sociedad sin prensa libre y fuerte no augura nada bueno a la democracia. ¡San Francisco de Sales proteja a todos los plumillas!

Termino el día viendo un reportaje en televisión que recuerda que hace 40 años murió Franco. O sea, hace 40 años que estaba servidor haciendo la mili en la Academia de Toledo. Infantería. Y canto aquella canción: "Margarita se llama mi amor/uno dos, uno dos/Margarita Rodríguez Garcés/ una chicha chica pum/ del calibre 183/?." ¡ Qúe profundidad de letra! Del 19 al 20 dormimos con los correajes puestos porque las autoridades competentes, por supuesto, sabían que esa noche se produciría el deceso. Y en torno a las cuatro de la mañana nos hicieron formar. Incertidumbre. ¿Qué iba a pasar? Después de que los capitanes mandaran a todas sus compañías aquello de "firrr-mess" y "descan-en?are" pasamos "a discreción". Y así estuvimos unas dos horas a la espera de nuevas órdenes. Hasta que nos enviaron a casa hasta la toma de posesión del Rey Juan Carlos I como Jefe del Estado. Del cuartel a la vacación. Un chollo. Cuatro días. Me fui a Madrid a casa de unos amigos y del aquel tiempo aún tengo grabados en la retina las inmensas colas para dar el último adiós a Francisco Franco Bahamonde. Muchos de aquellos, al poco tiempo, se hicieron fervientes demócratas. La premonición de que eso pasaría lo descubrí por la rapidez con que aquel día de 1975 se despejó la cruda niebla del Tajo.

21/noviembre/sábado

Los partes meteorológicos habían anunciados que hoy se terminaba bruscamente el otoño dulce y llegaban días de invierno. Acertaron. Temperaturas muy frías. El día se convierte en una huida del aire libre para meterse en casa. El cielo en Castilla y León, en estos días, parece como si estuviera encima de nuestras cabezas. A penas respira. Está como agobiado, reducido, de un grisáceo acentuado. Por la calle veo a poca gente, abrigada, encogida, hecha una pieza con el anorak, mientras los pensamientos vuelan dispersos a sitios sin nombre. Los cambios de tiempo violentos nos desconciertan. El hombre no está habituado al cambio, prefiere lo previsto, lo habitual, lo esperado.

Voy a comer con Violeta a casa de Amado Aliste. Su mujer, Carolina Zafra, nos recibe con la sonrisa abierta, como siempre. Esperamos a Ventura Zamora y a su mujer, Marta Moncayo y a Santiago Nájera y a su mujer, Blanca Palencia. Damos cuenta de un cocido suculento con garbanzos de Fuentesaúco. Garbanzos cocheros, que es el calificativo más adecuado para un buen garbanzo. Cochero, de cocer, o sea, que cuecen adecuadamente, sin necesidad de poner en el agua bicarbonato. Es un garbanzo carnoso, dulce, esponjoso, con su piel, no como el garbanzo que llega de México, grande y estoposo, que pierde la piel al cocer.

Amado Aliste antes nos sirve unas amanitas cesáreas, o huevos de rey, considerada una de las setas más elegantes y apreciadas, de ahí el nombre que ya le pusieron los romanos. En estas fechas el boletus edulis, el níscalo o la seta de cardo están con frecuencia en las mesas. Se vive una fiebre en torno al hongo; hace tan sólo diez años muy pocas personas preocupaban de este manjar. Ahora los pueblos acotan el término y cobran dinero a los recolectores. Es una afición divertida pero peligrosa; hay que ser muy prudente y sólo coger la seta comestible que se conoce bien. Todos los años hay casos de envenenamiento, pero la gente no escarmienta en cabeza ajena.

La comida estuvo llena de anécdotas y reflexiones. Hablamos de política para acercarnos al inmediato futuro. Especulamos sobre los resultados que habrá el 20-D en las elecciones generales. Albert Rivera, según todas las opiniones, será el gran vencedor, aunque Rajoy las gane, que las ganará a decir de todos, aunque muy lejos de los resultados que obtuvo en 2011. Hablamos también del Camino de Santiago, un reto que traemos entre manos, y pies, por etapas. De hecho hoy íbamos a hacer San Juan de Ortega-Burgos, pero el tiempo previsto, de excesivo viento, nieve y frío nos hizo esperar a un mejor momento hacer los 27 kilómetros de recorrido.

La amistad generosa, abierta, sincera, es una bendición de los cielos. Tal vez por eso Ventura Zamora me regaló unos Evangelios. Su espíritu creyente quiere convencer al mío, alejado de rezos, pero respetuoso con todas las creencias y todas las conductas. Aunque descreído le digo que los he leído cuatro veces mientras hago un alegato por la libertad, el mayor don que tenemos. En ella cabemos todos: personas, opiniones, ideas, vidas. Nunca está demás recordar El Quijote: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida".

22/noviembre/domingo

Dedico el día a ayudar a mi hija Marina a hacer mudanza. Cambia de piso; se viene a vivir cerca de casa. Una enorme alegría. La mudanza la hacemos con la ayuda de cuatro amigos, uno de ellos propietario de una furgoneta que nos sirve para el traslado de muebles y enseres. Personalmente calculo que he hecho diez mudanzas, seis en Barcelona, dos en Murcia y dos en Valladolid. Recuerdo aquella frase: "cuatro mudanzas es un incendio". Así lo creo, porque muchas cosas que tuve no las volví a encontrar nunca.

El día se va con languidez e indiferencia. Es domingo y espera lectura, televisión y sofá, mucho sofá.

23/noviembre/lunes

Día mortecino. En noviembre todos me lo parecen. Pero además aciago. Descubrí que tubería del agua de entrada a casa goteaba. Llamé al seguro mientras iba al trabajo. Y en una hora me llamó el fontanero. Pensé: algunas cosas funcionan bien en España. En efecto, el fontanero no tardó en llegar. Pero ¡oh! efímera alegría; a la media hora me llamó Violeta desesperada porque se estaba inundando la casa. El fontanero la había preparado parda. Vamos, como un bombero pirómano. Se puso a arreglar la avería, que estaba centralizada en el mando del paso del agua a casa y le reventó todo. Como no se había preocupado en tener controlado el paso general del agua de toda la comunidad para cortarla aquello se convirtió en un río de montaña. Después de media hora logré cerrar el paso general y que se cortara la avenida, dejando, eso sí, a toda la comunidad sin agua. Todo el bajo de la casa se convirtió en una charca, empapándolo todo: rodapiés, muebles, alfombras y electrodomésticos. Lo peor de todo es que el fontanero no tenía repuestos y tuvo que irse a una tienda de bricolage a comprarlos mientras seguía saliendo el agua a borbotones. Medio vecindario achicando agua. Desde las doce del mediodía hasta las seis de la tarde duró el problema. ¡Qué país, Miquelarena! El fontanero decía que nunca le había pasado ese desastre. Para mi no fue más que una demostración de cómo funciona todo: sin previsión, al albur, según salgan las cosas. El propio fontanero nos creó el desaguisado.

Ante el miedo de que volviera a reventar la tubería fui a hacer una copia de la llave del cuarto donde está la tubería central de la urbanización antes de entregársela a la presidenta de la comunidad. Al propio que me hizo la copia de la llave le pregunté: ¿está seguro que funcionará? Me miró de soslayo porque le molestó la pregunta. Pero fui a casa a probarla y ni para adelante ni para atrás: no funcionaba. Volví a la tienda y el tendero vio que me había dado un modelo equivocado. No dijo nada. Calló. Volvió a hacerme otra. Esa sí funcionó. Lo que volvió a demostrarme que en España siempre hay que hacer dos veces las cosas para acertar, como mínimo. Somos el país de la chapuza, del medio hacer, de la improvisación. Es historia. No cambiamos.

Por la noche tomé una cerveza con Isidro Navas y Jerónimo Rando. Les conté lo que me había pasado en casa y se rieron. Me acordé de lo que dijo el fallecido actor Antonio Gamero: "no le cuentes las penas a los amigos, que se rían de su puta madre". Después hablamos de un libro que tiene entre manos Jerónimo Rando y que sacará para la feria del libro de abril próximo. Conversación entrañable como siempre. Y cita para comer juntos un conejo de monte aportado por Isidro Navas y que cocinará Jerónimo Rando. Veremos si le queda tan bien como le quedó a Ángel Barrena hace dos semanas en Toldanos.

24/noviembre/martes

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El día amanece feo y triste. Se acerca el invierno. Tres grados marca el termómetro en la entrada de la casa. El cielo tiene nubes en forma de plumas, grises y azules. El sol no puede sacar la cabeza. Es la baza que juega el frío seco, cortante y directo.

Como con Florentino León y Celedonio Laguna. Níscalos con un toque picante y lechazo de los de verdad, regado todo con un Mauro de los que dejan huella. En estas tierras algunos días desaboridos los compensamos con manjares contundentes y precisos. Nada de medias tintas.

Florentino está preocupado por la situación económica, pero prefiere olvidarse durante dos horas. Nos suele pasar a todos, que necesitamos encontrar ventanas abiertas contra la desazón. Está remodelando su empresa desde el convencimiento de que nunca se debe ser conformista y dormirse en la cumbre del éxito. La crisis no le afectó, dice, porque la vio llegar a tiempo en 2006 y supo generar resortes salvadores. Ahora, en momentos de más tranquilidad, ha querido hacer lo mismo: dar un paso hacia el cambio para adelantarse al futuro. Celedonio Laguna asiente, apunta con la mente y habla poco, siempre con precisión y sin decir una palabra de más. Nunca habla por hablar. Es la prudencia, virtud olvidada. ¡Qué bien nos vendría a todos aprender las enseñanzas de Baltasar Gracián en "Oráculo manual y arte de prudencia". El jesuita fue muy admirado en la Alemania del siglo XVII. Aquí, entonces y ahora, seguimos siendo unos bocazas.

25/noviembre/miércoles

Me acerco al centro de la ciudad andando. Una forma de hacer deporte de forma tranquila. Eso se puede hacer cuando no hay prisa, y yo no la tengo. Valladolid es una ciudad que hoy me parece más alegre. El sol ha salido con ganas y queda lejos esa imagen de neblina y gris plateado. La gente va y viene, tranquila, sin sobresaltos, con normalidad. Qué poco valoramos la vida cotidiana, esa que no es noticia, esa en la que no sucede más que el discurrir normal, el trajín de hacer la compra, ir al trabajo, pasear, tomar un vino en un bar o mirar con despreocupación un escaparate. Camino con tanta quietud que en un bocacalle que mira al Pisuerga decido ir a verlo, contemplar el agua tranquila; cuatro patos nadan con diligencia, en formación, otros, más atrás, levantan el vuelo y se colocan justo detrás. Veo cómo descienden del aire al agua, con las patas por delante, como un freno, seguro e infalible. Al fondo, a la derecha, un puente de los años sesenta, llamado hasta hace unas semanas de la División Azul, y ahora Adolfo Suárez. Feo, de una arquitectura franquista que maltrata al gusto. A la izquierda una pasarela moderna, pendular, armónica, de hace pocos años. El Pisuerga aquí ya empieza su huida de la ciudad, pero todavía llena el entorno, le da vida y fundamento.

Hago varios recados, entre ellos asuntos bancarios que me suelen poner de los nervios. Sé sumar, restar y dividir, incluso me atrevo con la raíz cuadrada, pero cuando cruzo la puerta de un banco se me olvida todo. La letra pequeña no es el problema, es la grande, el lenguaje, la mentira global vendida como ejemplo de seriedad. Me viene a la cabeza que "los bancos son entes que prestan dinero a quien demuestra que no lo necesita". Con eso ya está dicho todo.

Voy a la calle Mantería, céntrica, histórica, comercial, tranquila, provinciana, a comprar lotería de Navidad. Lo hago cada año. Veo al pintor Cano. No recuerdo su nombre aunque tengo tres cuadros en casa con su firma. Le saludo. Se sorprende. Camina lento, apoyado en un bastón. Cuando me reconoce siente alegría. Le recuerdo que tengo entre sus obras "Reunión de rabanades", y casi me explica cómo dibujó y pintó cada paso del cuadro. Tiene la cabeza tan dotada como siempre. Me dice que tiene 86 años. Con todo el pelo, y negro. Le felicito por la buena salud. Y cuando nos despedimos me dice: "la próxima vez que me veas, salúdame, por favor." Lo haré, claro. Los mayores, ya alejados del discurrir diario, anónimos, que sufren la mirada indiferente de la sociedad, agradecen, más que nadie, el calor, el cariño, cifrado en un sencillo saludo. Hace unos días también sorprendí con un "hola, Don Antonio, ¿cómo está?" a un viejo conocido, muy encumbrado en su día en la ciudad, al haber ejercido responsabilidades civiles importantes y ser una de las principales fortunas de la provincia. Caminaba lento, con tiento, desconfiado de sus posibilidades físicas. Me dijo que iba camino de los noventa. Me agradeció también mucho el saludo. Incluso se sorprendió que le reconociera. También me pidió que siempre que lo viera lo saludara, que me lo agradecería.

La soledad que sufren las personas mayores, pienso, es una enfermedad. Y la indiferencia un pecado. La vida en su realidad: un día te retiras del circuito social, los amigos fallecen, te quedas solo y vas por la calle como si no fueras nadie, como si no tuvieras pasado, como si no hubieras contribuido con tu granito de arena a mejorar la vida de los conciudadanos. Sólo te esperan en casa, la familia, la última verdad, la acogida infalible.

26/noviembre/jueves

Hoy centro el día en una comida en casa. Jerónimo Rando llega con un conejo de monte cocinado de dos formas: con alubias rojas y con almejas. Dos formas diferentes pero las dos magníficas. No puedo decir que superaran al conejo de hace unos días de Ángel Barrena, porque no siempre hay que valorar las cosas desde la competición. Sencillamente han sido sabores muy diferentes. La imaginación en la cocina es inacabable. Yo hice unos níscalos con patatas y costillas de cerdo. También me quedaron muy bien, pero lejos del arte culinario de Jerónimo Rando. Nada es comparable a una mesa suculenta, un vino a juego y una conversación llena de guiños a la amistad. Un poste de la mujer de Jerónimo Rando, Sonia Madrid, puso la guinda: dulce de membrillo casero con nueces. Un gin tonic de Nordés y Fevertree nos sirvió para hacer la digestión. Por supuesto, le dimos un repaso a algunos políticos trapaceros, a varios empresarios vendedores de humo y más de un listillo variopinto que partiendo de la nada ha alcanzado las cumbres del éxito. Gente que se convierte en peligrosa. Y es que la vida actual se mueve alrededor del parecer, del vender imagen y de confundir al personal.

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