Sinceramente creo que nos preparamos muy poco para la muerte del ser querido, a la vez que es tema "tabú" en la sociedad actual hablar sobre este tema a nuestros hijos y nietos. Consideramos que la desaparición del abuelo, o de los padres, es algo que pasa a otros, a esos que diariamente nos muestran los medios de comunicación, al vecino?. Pero ¿nos hemos parado a pensar que "ese" somos nosotros, y tenemos que pasar por ese momento?
No hablamos del tema "muerte" es algo que ocultamos, disimulamos, tapamos con miles de harapos para que nadie lo vea. No es correcto hablar de un tema transcendental para todos los seres vivos como es la muerte.
Tendremos que sufrir la experiencia de ver partir a nuestros abuelos, a nuestros padres, e incluso a un hijo, y verdaderamente aquí, sí, que la naturaleza, las leyes de vida, parecen equivocarse de camino; dejar en nuestro mundo a los abuelos, que por edad sufren todo tipo de patologías y llevarse la hijo, es algo muy difícil de asimilar, nunca se llega a asumir esa perdida.
A tantos que han perdido a sus hijos, mi sincero acompañamiento en su dolor, angustia que no tiene nombre, eres viuda o viudo, huérfano o huérfana, pero si el hijo terminó su peregrinar ¿cómo lo llamamos? Es un sin sentido, que solo el tiempo, y la fe darán luz a tanta negrura.
Sin embargo, la muerte llega y no mira la edad, y aunque extremadamente triste, la Dama Blanca, es solo una fase más de la vida.
Pasamos por diferentes etapas de duelo:
La negación. Piensas cuando te notifican que tu madre ha fallecido, que es una broma de mal gusto, qué se equivocaron, que no es posible?
Enfado. Miramos a Dios y le negamos de forma furiosa, preguntamos ¿por qué?
Negociamos. Ya hemos admitido que la persona se fue, y comenzamos a recomponer la vida del difunto, los recuerdos, los momentos compartidos, y a veces nos llevamos sorpresas, porque no era todo tan blanco, ni tan negro.
Tristeza
A ratos pensamos que nunca vamos a volver a ver a nuestro padre, que el hogar se quedó frío, qué los pilares se cayeron, qué todo es vacio. Surge una depresión, la fase más larga y más profunda, sobre todo si han quedado tiempos sin ajustar, sí el reloj fue como el canto rodado, que se deslizó sin hacer ruido, o giramos en una danza de locos nudos.
Para mejorar éstas situaciones, es importante saber aceptar que desde que nacemos morimos, -no los otros-, nosotros morimos un poco cada día, de ésta forma, la muerte será el cuento que el abuelo le contaba a Pablo.
PABLO Y EL ABUELO
-Abuelo ¿qué es el alma?
-¡Menuda pregunta me hace éste niño!, a ver cómo le explico el tema.
El abuelo se arma de paciencia y comienza a relatar un viejo cuento
-El alma querido Pablo, es como una mariposa, que siempre vuela, busca en cada flor la manera de ser más feliz mientras recoge alimento, así puede ser el alma, con ganas de risas, de pasarlo bien, de ser feliz. Pero como el alma no tiene alas ni patitas, necesita que la lleven de un lado a otro para ser feliz, y por eso vive dentro de cada uno de nosotros, en tu cuerpo pequeñito y en mío grandote y gordo.
-Y ¿nunca, nunca pueden escapar?
-¡Pues claro que sí Pablo!, el alma vive muy poco tiempo dentro del cuerpo, cuando se da cuenta que el sitio que mas felicidad le puede proporcionar es el Cielo, comienzan a pensar cuando va llegar "esa felicidad".
-¿Y cómo puede un alma ir al cielo abuelo?, dime como, sino tiene ni alas ni piernas.
-Ven siéntate y mira al cielo, ¿ves cuantas estrellas hay en el firmamento?
-Muchas abuelo, infinitas, trillones de infinitos.
-Pues cuando tienen que dejar éste mundo, baja una estrella, el alma da un salto, se sube a la estrella, y deja el cuerpo que ya nos sirve para nada.
-Me asusta abuelo, pensar que el pobre cuerpo queda tirado y ya no se va mover ni un poquito, me engañas, porque seguro que se moverá así, así, de poco como la punta de mi dedo.
-¡No!-afirma el abuelo con rotundidad- ni un poquito como tu dedo, nada de nada, y es entonces cuando decimos que la persona ha muerto. Las almas hacen que queramos a las personas, pero como son tan libres e inquietas, al venir la estrella a buscarlas, no dudan en agarrarse a su estrella y partir lejos? ¡muy lejos! Eso sí, hay almas que tardan mucho en venir al buscarlas la estrella, mira yo que mayor soy, y aún no vino a buscarme, otras la encuentran muy pronto, y eso debe ser? porque son muy buenos.
-Abuelo ¿y cuándo va venir a buscarme mi estrella?
-Eso querido nieto, no lo sabemos, ojalá que mi estrella venga antes, te aseguro qué? ¡voy a dar el salto más grande, y más alegre!, verás en mi rostro la sonrisa de la felicidad, te lo prometo.
Pablo, qué oía que su hermano le llamaba, dejó al abuelo en paz por un rato, olvidando su inquietud por saber -que era el alma-.
Cerca de casa de los abuelos había una laguna, dónde se reflejaban cada noche de cielo abierto, las más hermosas estrellas.
Llegó la estrella del abuelo, una fría mañana de febrero, y el abuelo partió feliz, Pablo lloró porque ya no volvería a ver a su abuelo, ni jugarían a colocarse medallas, ni le contaría historias que a él le contara su padre, pero en el fondo se alegraba, de saber, que por fin, el alma del abuelo hubiera encontrado su estrella.
Cada vez que paseaba por la laguna o junto al río, se paraba a pensar en el abuelo, e intentaba saber cuál sería su estrella.
Pasaron los años, en la noche miro al cielo, y, busco en cada estrella, la mirada de mí abuelo, la sonrisa, la paciencia que tuvo, recuerdo sus cuentos, las historias que nunca tenían fin, porque yo siempre quería más, sus caricias, sus besos con diferentes sabores, así era mi abuelo, siempre tenía una bonita respuesta, para mis preguntas de niño.
La muerte fue eso "un salto a la luz", a la playa virgen, donde un viento delicado traza círculos infinitos sobre la arena. Asi guardo tu recuerdo.
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