Por Rodrigo Del Castillo Medina, joven de 29 años, 'speaker', presentador y natural de Villoruela
Me nutren y los comparo
en calles, en ciudades,
en fábricas o en lejanas tierras.
Pero estos son los míos,
los tuyos,
en verdad los nuestros;
los de la tierra,
los del pueblo,
los de una vida.
Puedo guiarme por ellos,
como un invidente con bastón,
y pasear por las estaciones del año
con los ojos cerrados.
Si es primavera
lo encuentro en el campo silvestre,
en plena floración
como una fiesta de vino y rosas.
Si es verano
lo siento en piel
adherida al campo y tierra mojada
que eleva el elemento líquido
aun cielo pulcro de nueves.
Si es otoño
lo encuentro en las primeras conversaciones
de lenguas de humo
que mantienen las chimeneas
en mi barrio, anunciando
frío en la calle y calor en casa
de cisco y leña.
Si es invierno
camino al paso del abono terrenal,
de los últimos pasos del cerdo
y los primeros rayos de un tímido sol
que marcan el final de un ciclo
y comienzo de uno nuevo.
Pero hoy también añoro algunos:
el de los "azufraderos",
el del mimbre húmedo,
el de la pila y "atones" en remojo
o el del barniz
acariciando la "silla de la abuela".
Son todos ellos
y solo los encuentro aquí.
Los olores de una tierra
los aromas de un pueblo,
guías también de una vida.