Monseñor ha llamado la atención sobre el peligro que supone que entre los cientos de miles de refugiados que presionan por atravesar las fronteras e instalarse en la Unión Europea se encontrara gente de dudosa calaña: ¿cizaña en el trigal? Un asunto añejo. Una cuestión, la del anatema frente al otro, que protagoniza la historia de la humanidad tiñéndola de oprobio, resquemor, exclusión, violencia y muerte. La obsesión por la pureza de sangre, el recelo cuando no miedo al extranjero, se yerguen obstinadamente frente al no menos terco comportamiento del desarrollo del mestizaje en la sociedad. Se trata de una tensión constante encubridora de intereses espurios e intenciones deshonestas.
El magisterio público de una autoridad de una u otra institución requiere de coherencia entre la prédica y la trayectoria de la tribuna del disertante. Es una actuación de sentido común cuya violación afecta a la honestidad de todos los oradores. El pastor conoce la complejidad de su rebaño así como la existencia de ovejas con piel de lobo. También sabe que en el sindicato de pastores algunos trastocaron sus papeles por otros diferentes pasando a ser cuatreros o, peor aun, carniceros. Sin embargo, calla y mira para otro lado en su soflama cotidiana. El abuso de poder, la pedofilia, la santificación de la cruzada, la unión entre la cruz y la espada, constituyen un argumentario tenebroso de un lado de la realidad del que soy consciente que no es el único: del otro costado está la opción por los pobres y por los desvalidos, el apoyo y consuelo del espíritu.
Pero alguien con la experiencia de monseñor Cañizares tendría que ser consciente de que en el balance entre el debe y el haber no hay un perfil ganador, por ello su boca debería permanecer cerrada si no expresara palabras de inequívoco apoyo a los débiles. Entre los que huyen de la guerra, la miseria o, simplemente, porque buscan una vida mejor, la desacertada metáfora del trigo limpio, en un mundo por definición mestizo, no es solo un insulto sino una coartada de supuesta guía moral para quienes hacen negocio con la desgracia humana y aquellos otros que articulan sus respuestas sobre el odio y la insolidaridad obscena. Introducir la sospecha de que entre los refugiados se encuentran individuos equívocos significa, además, distraer la atención del asunto principal. Monseñor, aunque ha reconocido ya su error, siembra cizaña y confunde.
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