... y si molesta el corazón en la farmacia puedes preguntar: ¿Tiene pastillas para no soñar?
Hace ya un par de semanas que vengo mencionando en mis colaboraciones semanales los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), amenazo con seguir haciéndolo. Y lo hago porque creo que la atención que se les ha prestado, además de escasa es injusta, ya que su resultado afectará de forma muy importante, incluso salvando muchas vidas, a millones de personas en todo el mundo. Por esa razón, creo que estos Objetivos son más importantes que unas elecciones autonómicas - por muy catalanas que sean ? que el grave asunto de los refugiados sirios, incluso que la celebración de un Campeonato del Mundo de Fútbol, tema este último que siempre goza de una permanente, gigantesca y en mi opinión, desproporcionada cobertura informativa.
El próximo sábado 17 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, un día que tiene mucho que ver con los ODS. En el mensaje de este año del Secretario General de las Naciones Unidas podemos leer con vergüenza: A pesar de este éxito extraordinario ? se refiere a los anteriores objetivos - 1 de cada 5 habitantes de las regiones en desarrollo, es decir, 1.220 millones de personas, vive con menos de 1,25 dólares al día, y 2.400 millones de personas viven con menos de 2 dólares al día.
Por tanto, son más de 3.600 millones de seres humanos los que se ven obligados a vivir ¡qué digo a tratar de sobrevivir día tras día con menos de 2 euros! ¡Menos de lo que cuesta un pincho de feria! Hay que remontarse 45 años atrás, hasta 1970, para encontrar una cifra parecida. ¡Personas que pasan hambre, sí! han leído bien.
Pero la pobreza, no es sólo esa angosta y desenfocada visión que tememos de ella en los países desarrollados al creer que se trata únicamente de no poder comprar alimentos, la pobreza es mucho más. La pobreza es la privación de oportunidades para poder disfrutar de una calidad de vida digna. La pobreza supone enfermedades, mortalidad infantil, falta de vivienda y de trabajo. La pobreza es discriminación, exclusión, rechazo, no poder leer el prospecto de un medicamento o un fertilizante, no llegar a comprender las cláusulas de un contrato, no poder recurrir a un tribunal o contar con asistencia legal en caso necesario. La pobreza tiene muchas caras y todas ellas implican la violación de derechos básicos.
¿Se puede poner fin a todo esto? ¡Claro que sí! Todos sabemos cuáles son las causas: injusta leyes de comercio que crean dependencias inasumibles, sobreexplotación de recursos, corrupción, desigualdad, etc. También sabemos lo que hay que hacer, sabemos quién puede hacerlo, dónde hay que hacerlo, incluso cuánto costaría. La expresidenta de Unicef España, Consuelo Crespo afirmaba: Hay muchas causas entrelazadas que producen esa situación de pobreza y que anulan las oportunidades. Solo enviando dinero no vamos a resolver el problema. Hay que cambiar otras cosas tanto en las regiones pobres como ricas[1].
Y para cambiar las cosas hay un elemento el individuo, porque sólo las voluntades individuales mueven, remueven y motivan: la Voluntad política.
Sé que estamos, como Humanidad y como individuos, frente a un colosal desafío, pero desafío posible. ¿Qué soy un soñador, un iluso? Pues será, pero soñar además de una necesidad fisiológica es mi derecho irrenunciable. Si ustedes no están de acuerdo le recomiendo que siga el consejo de Joaquín Sabina y: si molesta el corazón en la farmacia puedes preguntar: ¿Tiene pastillas para no soñar? A los despistados, les anticipo que, afortunadamente, aún no han sido desarrolladas por ninguna multinacional farmacéutica, aunque tal vez trabajen en ello, pero si eso sucediera algún día, entonces estaríamos perdidos.
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