Hay no pocos síntomas de que la sociedad española no avanza, de que vive en un estancamiento, si no es ya en un colapso, en una falta de ideas, en una falta de diálogo social, entre las distintas opciones políticas... y otros modos de estancamiento que por aquí y por allá se perciben.
Nos falta una ilusión común de país, una ilusión que nos mueva a todos y a todos nos estimule a arrimar el hombro, a ponernos manos a la obra para levantar un país, a partir de no pocos elementos que, seguro, buena parte de la sociedad compartiría. Porque se percibe ya un hartazgo de no pocos sectores de nuestra sociedad en torno a esa falta de juego limpio que ha marcado la política, la economía, el mundo financiero y bancario... a lo largo de varios lustros de aparentes vacas gordas, que ahora estamos pagando todos.
Pero es preocupante que reaparezcan en la sociedad y también en la juventud, que tendría que traer aires nuevos para que el país se ilusione y mejore, determinadas prácticas de un pasado cerrado y oscuro, que no están a la altura ni corresponden a estos inicios del siglo XXI.
Una de tales malas prácticas juveniles, universitarias, que están reapareciendo en este principio de curso es la de las novatadas, algo que creíamos ya desterrados, como perteneciente a una sociedad cuartelera y cutre (perdónesenos el coloquialismo). ¿Cómo es posible que hoy nuestros universitarios sigan practicando las novatadas en los inicios del curso? Es lo más anti-universitario y lo más oscurantista y retrógrado que puede haber.
Las novatadas degradan la dignidad humana de quien las sufre, son de mal gusto, de mal efecto y dudamos de que quienes las realizan ?por mucho que quieran enmascararse como bromas y ratos de diversión? es muy difícil que se inicien en una senda de un conocimiento responsable y crítico, como es el que la universidad ha de transmitir.
Y esta mala práctica juvenil y universitaria ha de ser desterrada. Tendría que caérseles la cara de vergüenza a quienes la practican y también a una sociedad, como es la nuestra, que asiste indiferente a ella, como si fuera algo trivial, cuando no es sino un síntoma, otro más, de ese estancamiento en que parece encontrarse nuestra sociedad, nuestra vida pública.
Necesitamos un proyecto ilusionante de país, que estimule a un número considerable de ciudadanos, para que podamos continuar ese camino hacia la modernidad y el verdadero progreso (una buena sanidad, educación, justicia, políticas sociales, aplicación de la ley de la dependencia...) que nuestro país tanto necesita.
Un proyecto, además, en el que no quepan novatadas de ningún tipo, y menos entre universitarios, que tendrían que pensar más en esa responsabilidad de esforzarse para adquirir unos conocimientos para ponerlos al servicio de ese bien común que a todos nos dignifica.
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