Jugar a la guerra con balas de verdad

Más o menos cerca en la memoria, aunque sea en nuestra infancia, nos quedan los juegos de guerras, de buenos y malos, de policías y ladrones con palos, armas de juguete o incluso imaginarias con el característico "¡ta-ta-ta-ta-ta!" como disparo. Sin embargo, la sinrazón de la guerra de verdad dejó de tener sentido libertador, si es que alguna vez nos creímos esa justificación, para convertirse en un negocio por las armas, el petróleo, los diamantes, las fronteras o las luchas de poder entre distintas etnias.

Desgraciadamente para millones de niños en el mundo la guerra nunca ha sido un juego porque es el único escenario vital que han conocido. Han contemplado la muerte violenta de sus padres y hermanos y llega un momento en que deciden participar en ella como soldados, obligados o por propia voluntad, al ser la única aberración con la que han convivido.

Es entonces cuando se convierten en niños soldado, definidos por la ONU como menores de 18 años que forman parte de cualquier grupo armado con independencia de las labores que realicen. Allí donde surge un conflicto aparecen los niños soldado como práctica habitual de la táctica de guerra porque son obedientes, fácilmente reemplazables, no se rebelan, se infiltran bien en las filas enemigas, sienten admiración por los que están al mando, comen menos que una persona mayor y encima se pone en sus manos el juguete más preciado para ellos: un arma con balas de verdad.

No hay datos fiables, pero Naciones Unidas indica que en la actualidad puede haber alrededor de 300.000 menores ejerciendo como soldados en una veintena de países con conflictos armados. Desde 2002 el Estatuto de la Corte Penal Internacional considera un crimen de guerra el reclutamiento o la utilización de menores en los conflictos armados, aunque en la guerra todo sigue valiendo con impunidad.

Con ellos, cuando son rescatados de esta esclavitud, las organizaciones internacionales llevan a cabo un proceso denominado de desmovilización en el que se les ofrece protección y reintegración social (educación, aprendizaje de un oficio), así como apoyo psicosocial. También se intenta promover la reunificación familiar como pilar fundamental de su nueva vida, pero las secuelas de la guerra no siempre lo permiten.

Hoy se conmemora el Día Mundial de los Niños Soldado. Nos pilla lejana esta realidad, pero existe y hasta que no se tome conciencia de ella, como de tantos otros problemas, será difícil combatirla y más aún erradicarla, porque los niños sólo tienen la obligación de disfrutar de una infancia feliz y en paz.