Desde niños hemos amado Cataluña y todos los signos y señales de la cultura catalana que hemos ido conociendo a lo largo de todo nuestro transcurrir vital: su hermosa y variada geografía, su arte (desde ese maravilloso románico pirenaico, con sus imágenes y pinturas murales? hasta ese pintor fascinante que es Joan Miró, por poner solo meros ejemplos), su literatura y particularmente su poesía, con nombres tan altos como, por ejemplo, Jacinto Verdaguer, Joan Maragall, Carles Riba o Salvador Espriu, por no citar sino unos nombres en la memoria de todos.
De ahí que no entendamos, que nunca hayamos entendido a lo largo de nuestra vida, esa fobia anti-catalana que hemos detectado siempre en sectores amplios de la población de la Meseta, que ?salvando todas las distancias que se quieran? a veces malhadadamente nos recuerdan la fobia anti-semítica que se inculcó en la Alemania nazi.
Amamos Cataluña. La sentimos muy nuestra. Hemos frecuentado y frecuentamos muchas de las señales de su cultura a lo largo de la historia. De ahí que hayamos adoptado, para encabezar nuestras palabras, ese hermoso título de George Orwell, el escritor británico de 1984, que es Homenaje a Cataluña.
En 1953, la Universidad de Salamanca, en vinculación con el II Congreso de Poesía, que se celebró en nuestra ciudad durante una semana de julio de aquel año, editó un libro ?Salvatge cor; Corazón salvaje? del poeta catalán Carles Riba, en edición bilingüe, traducido al castellano por el también poeta y alma de aquel congreso, Rafael Santos-Torroella; el librito llevaba un retrato, muy sobrio y esencial, de Carles Riba, realizado por "Antonio Tapies", que así se indicaba en la edición. Esto es, Salamanca, ¡en 1953!, era receptiva ante Cataluña (lo que no ha sido, desgraciadamente, tiempo después). Y, a aquel congreso poético, asistieron, además del ya citado Carles Riba, otros poetas catalanes no poco significativos, como J. V. Foix.
Ahora que ya ha pasado ese marasmo de gritos y actitudes hostiles, desplegados en la campaña electoral de las elecciones autonómicas catalanas, hemos de desear que vuelva la cordura, el diálogo, el entendimiento de todos, de las distintas partes, ante el hecho catalán. Necesitamos una cultura política de diálogo y entendimiento, tan ausente en los últimos tiempos en nuestro país.
Y no ha de causar miedo en absoluto la perspectiva de que se prepare un itinerario, serio y acordado, para que se celebre, en el momento que haya de ser, un referéndum sobre la independencia de Cataluña. En Gran Bretaña, se ha celebrado no hace mucho, respecto a la independencia de Escocia, y no ha sido el apocalipsis. En Canadá, respecto a Quebec, también ha habido más de un referéndum, y tampoco se ha acabado el mundo.
La democracia, la expresión de la voluntad popular, siempre que esté bien encauzada y no se manipule, siempre ha sido, es y será un mecanismo civilizador; pues el honrado pueblo soberano (expresión que tanto agradaba a nuestro siempre admirado y recordado José Ángel Valente) nunca se equivoca, como ya también expresaba aquel axioma antiguo en latín, de "la voz del pueblo, la voz de Dios" ("vox populi, voz Dei").
Y hemos de apostar, sí, ahora y siempre, por el diálogo, por el entendimiento, sin tener nunca miedo al ejercicio democrático y a la expresión de la voluntad popular.
De ahí que, precisamente ahora, en este momento tan crispado y difícil, sea necesario expresar ?como ya hiciera en su momento Orwell? este homenaje a Cataluña.
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