Hoy una de las dos Cataluña tiene que estar más triste. Es inevitable, se sabía que esto iba a ser así desde que se convocaron elecciones. Nadie, ni aposta ni de manera inocente, debería jugar a la presunta división de un pueblo.
Dicho esto, con toda cautela queremos ya anticipar que las elecciones del domingo en Cataluña, desde el punto de vista soberanista, con el "no" las han ganado todos los catalanes. Cataluña necesita de todos. Y si alguien nos quiere vender los escaños por encima de los votos digamos que no es verdad. Y esta es una más de las muchas insidias que se han vivido a lo largo de una campaña que no se puede circunscribir a los últimos quince días. Por ejemplo, ¿cómo es posible que unas elecciones autonómicas cuyo fin es gestionar un territorio para atajar los problemas de paro, dependencia, pensiones, educación, sanidad, etc. se desvíen hacia un asunto tan dispar como la salida del territorio al que constitucionalmente pertenece? ¿Es que los problemas referidos no existen, o es que carecen de importancia? Además, aunque sea ahora anecdótico, recordemos que dos padres de esa Constitución de 1978 por la que se deben canalizar asuntos de tal trascendencia, como un cambio de modelo, fueron políticos catalanes de la talla de Josep Solé Tura y de Miquel Roca Junyent. Y si digo que esto es anecdótico, aunque fuera relevante en su momento, lo es porque los tiempos cambian y así lo reconocen los principales partidos nacionales, que no se han negado a su reforma para satisfacer las diferentes sensibilidades que hoy existen en la sociedad catalana y en el resto de España.
En este fin de semana, con una participación del 77% en las elecciones, la mayoría de catalanes se pone de acuerdo en respetar la Constitución con sus modificaciones puntuales, pero de manera formal un cambio de tal naturaleza necesitaría el refrendo de todos los españoles, ya que el 47% de votos catalanes que han dicho en las urnas que desean la independencia no pueden imponer su voluntad al 52% que quiere seguir perteneciendo a esa nación que no es despreciable y que se llama España.
La arrogante postura independentista previa a las elecciones también ha dolido a la mayoría de los españoles de centro o de izquierda, que por defender una postura contraria al "sí" se les ha tratado de ultraderechistas. ¿Qué confusión es ésta? Yo entiendo que el señor Mas se haya reído ante las declaraciones de la Banca cuando dijeron que se irían de Cataluña si conseguían la independencia, ahí llevaba razón, nadie se puede creer que los bancos se vayan de ningún sitio mientras haya una peseta, eso no sumaba votos al "no", sino todo lo contrario. (Es más, disculpen la broma, pero si hubiera una sola nómina en el Gurugú, allí ya habría sucursales). El problema no es ése, el tema del miedo no funciona entre un pueblo inteligente, y quien se agarre a eso está insultando a Cataluña y a España, y eso no es honesto. Al igual que no es honesta la postura de la formación más votada de presentar al cabeza de lista con el antifaz de número cuatro. Todo el mundo sabía quién se ocultaba ahí y qué problema evitaba al no salir en la foto.
Ahora se deben asumir responsabilidades y si los votos no legitiman ese camino equivocado de la independencia ante los de aquí o ante los acreditados desde fuera para asistir al espectáculo, hay que olvidarse del tema, y como saber ganar es tan importante como saber perder, con los escaños que les habilitan han de gobernar la Autonomía con la humildad que debe caracterizar la fortaleza del mando.
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