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¿Y ahora qué?
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Paz y Bien

¿Y ahora qué?

Actualizado 28/09/2015
Rubén Martín Vaquero

¡A por la quinta!

[Img #440522]El 7 de junio de 1640 cientos de segadores jornaleros llegaron a Barcelona, supuestamente para asistir a la procesión del Corpus Christi. Aprovechando la multitud, y el descontento, sectores anticastellanos de la burguesía catalana y parte del clero llamaron a la sublevación. Los amotinados asesinaron a los funcionarios y al virrey Dalmau de Queralt, conde de Santa Coloma. Ese jueves pasó a la Historia como el "Corpus de Sangre". No hubo posibilidad de negociación. Mientras en Madrid se formaba un ejército para responder, la sublevación política catalana derivó en una revuelta social de jornaleros, campesinos, menesterosos y mendigos contra los terratenientes y oligarcas catalanes. El canónigo Pau Claris i Casademunt, presidente de la Generalitat, consiguió en diciembre la protección del rey francés Luis XIII, y el 17 de enero de 1641 proclamó la República Catalana. El francés ignoró la proclamación y envió a Cataluña un virrey y un ejército que se apoderaron del territorio. La oligarquía catalana perdió el control de Barcelona y hasta el comercio comenzó a estar en manos francesas.La situación se agravó cuando las tropas de Felipe IV tomaron Lérida y al hambre, provocado por la destrucción de la cosechas, se unió una epidemia de peste que diezmó Cataluña. El descontento se apoderó de los catalanes que recordaron con añoranza, no exenta de nostalgia, el plural gobierno del Habsburgo español.Diplomático e inteligente, al tomar Lérida Felipe IV juró los fueros. Sólo hubo que esperar a la firma del Tratado de Westfalia y el rey, sabedor del grito mudo del desengaño catalán, envió un ejército al mando de Juan José de Austria que puso sitio a Barcelona. La ciudad no tardó en desahuciar a los franceses, borrar sus sombras y rendirse. Corría el año 1652. La Diputació General juró fidelidad al rey de España, que se comprometió a respetar los fueros, instituciones y privilegios de Cataluña.

En el marco de la breve Primera República Española, y teniendo como presidente al catalán Estanislau Figueras i Moragas, el 5 de marzo de 1873 malcontents y agraviats proclamaron en Barcelona el Estat Catalá. Tras dos días de negociaciones los protagonistas acordaron suprimir la independencia catalana si se disolvía el ejército en Cataluña y el presidente Estanislau dimitía. Tiempo le faltó a Figueras para irse y ser sustituido en la presidencia de la República Española por otro catalán, el federalista Francesc Pi i Margall. Con su llegada a la presidencia más de treinta ciudades españolas se proclamaron cantón independiente, entre otras Salamanca.

Cuando tras las elecciones plebiscitarias del 12 de abril de 1931 Francesc Macià, líder de Esquerra Republicana de Cataluña, se anticipó a Madrid y proclamó en Barcelona la República Catalana independiente (asegurando que se integraría en una futura Confederación de Pueblos Ibéricos que se inventó sobre la marcha), hizo falta que el Gobierno Provisional de España, constituido tras el auto-destierro de Alfonso XIII, enviase a Barcelona tres ministros para hacer entrar en razón a los políticos de Esquerra Republicana, el partido más votado el día 12, y que acatasen la República Española. En la negociación obtuvieron el autogobierno ?la Generalitat- y un Estatuto de Autonomía.

El 5 de octubre de 1934 la UGT convocó en España una huelga general revolucionaria conocida como la "Revolución de Octubre". El día 6 el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó en Barcelona el Estat Catalá, dentro de la República Federal Española (se la inventó sobre la marcha), pero el ejército, leal al Gobierno central, liquidó sin dificultad la marejada catalanista, que tampoco consiguió el apoyo de la escurridiza CNT. Se suspendió su Estatuto de Autonomía y el presidente Companys y sus consejeros terminaron en la cárcel.

Es sabido que con la cosa de la República a los malcontents y agraviats se les cae la baba (hace años se les caía con el carlismo), aunque contribuyeran a liquidar la Primera República Española y no colaborasen con los gobiernos de la Segunda en la guerra civil tras el levantamiento militar de 1936, prefiriendo aliarse con los anarquistas (luego los eliminaron a tiros) a trabajar con los gobiernos democráticos de toda la nación. De su ceguera y deslealtad se lamentaron Manuel Azaña, presidente de la II República, y Juan Negrín, presidente del Gobierno.

Ánim malcontents!Coratge agraviats!

Falten només quaranta anys per a la sisena!

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