"A mí, sin embargo, me reconforta ver que tras esos ojos cuajados, densos, hay suficiente toreo como para teñirle al icono los defectos, las raíces negras"
Truman Capote mejor cotilla que escritor, contaba que una vez pilló a Marilyn Monroe, en su baño, tiñéndose de rubio las raíces negras del pelo: - "Pero qué decepción, Marilyn, yo también creía que eras rubia natural", le dijo. - "Pues claro que lo soy, pero nadie es tan natural". Los iconos se fabrican y se tiñen hasta que se gastan o se mueren de sobredosis. Y sobre ellos construye el hombre su leyenda, que es su memoria pero bien escrita, aunque a la larga, "nadie sea tan natural": Por ejemplo, Van Gogh mantuvo sus dos orejas hasta la tumba, y sólo se cortó una triste porción del lóbulo izquierdo; Bogart nunca dice eso de "Tócala otra vez, Sam", ni Walt Disney creó a Mickey Mouse, porque apenas sabía dibujar. Y qué. Como dice el clásico, "el icono es la gran mentira de la Historia, pero una mentira muy bien urdida". Y una gran mentira sólo se fabrica con retales de pequeñas verdades. ¡Cuanto necesita el toreo de mitos, de iconos, aunque sean teñidos de L`oreal!
Viene todo esto a que a Manzanares hijo, que ya es padre, llenaba hoy La Glorieta junto con mi Morante, al que, no nos engañemos, van a ver sólo los puristas, público de ópera. A Manzanares le apodaban en un revistero de moda americano (VMan) como 'TheBullfighting Apple', mientras le desnudan la armadura del pecho y humedece a las yankis con esa melena rubia como de sorpresa de sol, y a los fotógrafos sarasas con esa belleza racial, 'malmirante', ya cicatrizada de cornadas y arañazos de hembra. Manzanares es diseño, como todo lo de Apple, pero también eficacia bien vestida, valor con buen sastre.
A Manzanares le abejean ejércitos de viejas niñas, y gracias a él han vuelto a los toros las 'groupies' que desertaron hacia algo tan hortera como el pop. Bastaba ver el patio de cuadrillas hoy, como la cola del concierto de Pablo Alborán. Las acompañan a las plazas sus novios, calmadamente celosos y también frisando la veintena, que suelen defender a éste torero limpio del que pueden presumir en la carpeta de la facultad sin rubor. Lo de Padilla tiene menos marketing. Los que dicen que es torero ventajista, ante toritos muy de clavel, tienen toda la razón razón. A mí, sin embargo, me reconforta ver que tras esos ojos cuajados, densos, hay suficiente toreo como para teñirle al icono los defectos, las raíces negras. Torero notable, icono necesario. Transmite, torea al menos lo justo, emociona el mínimo necesario, y, sobre todo, le luce. Y trae gente nueva, viva y sin bastón, a la Fiesta. Al final, los iconos que han ayudado a la Humanidad a sentirse mejor son los que nacieron de un triste tinte casero.