Llegamos al final de una estación, repleta de frutos maduros, de alegría, de relax. ¿Nos gustaría volver atrás, retener el pasado que se cierra como la ostra cuando intentamos abrirla, y sus valvas solo muestran silencio?
A veces nos emocionamos viendo fotos y queremos volver a revivir aquel momento, aquel encuentro, aquel instante. Llevados del ansia, visitamos viejos lugares procurando mirarlos del mismo modo, desmenuzamos cada rincón, cada risco, cada grano de arena; nada es igual, porque ni los lugares, ni los momentos, ni nosotros, somos los mismos.
No regresará el pasado, no habrá reencuentros con el ayer, y cada uno llevamos lo que aportamos, aunque no como lo aportamos, sino desgastado, raido, desteñido, arrugado, desilusionado, al comienzo de cada estación nos despedimos de nosotros mismos, nos decimos adiós? Somos procesión de adioses.
Cuántas veces nos sumimos en el silencio, no pronunciamos palabra, no emitimos sonido alguno, sentados en el sofá, parecemos estatuas de piedra, si bien nos duele la despedida, olvidamos arrancar las malas hierbas, abstraídos en el ayer, ahogamos el presente, como pájaro atrapado en una zarza.
No vale abrir el ordenador y ver las fotos y recrearnos en el verano que se nos ha ido.
El alba nace cada día, y el telón que hemos bajado éste verano, ya debemos comenzar a subirlo para el próximo.
Recibamos el otoño con la alegría que se siente al degustar un buen vino, comentarios que nos llegan a la consulta: no tengo ganas de reanudar el trabajo, el ánimo está por los suelos, que poco duermo, la serotonina?ya ni sé para qué sirve; cuando nos sintamos aturdidos por lo ido, recordemos a Martin Luther King "Aunque el mundo fuera a estallar hoy mismo, yo plantaría un árbol"
No dejemos que algo se quiebre en nuestro interior, que se haga pedazos, incorporémonos al que hacer diario, y sin hacer caso a esa punzada que oprime el tórax, pongamos los pies en el suelo, es la única manera de que no se rían de nosotros, y de la tan manoseada "depresión postvacacional" quienes han pasado el verano sin la oportunidad de encontrar trabajo, o pintando con mil ideas el temido momento de hacer la compra, sacar con el mínimo salario la familia adelante, sonreír cuando deseas llorar, tender la mano cuando sabes del filo afinado de la ingratitud; recordemos el anciano olvidado en la soledad de una Residencia, rebuscando con sus manos artríticas y doloridas, el tesoro que guarda en una vieja caja, fotos amarillas, que le ayudaran a hacer del final -un principio-
En fin que agosto se fue, y un diluvio extraordinario y fascinante de obligaciones con nueva conciencia social, nos espera en el otoño. Relajémonos, dejemos que la pluma que vuela sobre la vitela, y la vitela misma junto a la tinta de los días, nos acaricien, seguro que la claridad de la vela, nos alumbrará a lo largo del año, mientras la pluma se desliza lentamente.
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