La visión enfocada nos enfrenta con el mundo mientras que la periférica nos envuelve en la carne del mundo.
Los ojos de la piel, J. Pallasmaa, arquitecto finlandés
El pasado fin de semana se publicaba en el muro de Facebook una serie de fotografías con los cadáveres de varios niños con el cuerpo desmadejado a la orilla de una playa: huían de su país y el mar parecía que también los expulsaba. Horas después pudimos ver otra instantánea de un camión, de esos con cabina estanca y preparados para transportar animales recién sacrificados, que mostraba una serie de cuerpos sin vida, amontonados, hacinados, sin siquiera "el derecho" a ir colgados como una ternera abierta en canal.
Quienes las publicaron manifestaban de este modo su repulsa e indignación antes estos hechos, y provocaban la reacción de otras personas: unas y otras, mostraban su dolor.
El desgarro producido por la visión de esas imágenes llevó a comentarios que, en mi opinión, suscitaron un falso enfrentamiento; y lo que quizá fuera más inoperante todavía, salvo para el comprensible y necesario desahogo ante unas imágenes que, como poco, nos interpelaban a todos: los partidarios de la publicación de las fotos defendían su postura como reacción necesaria ante unos hechos intolorelables, mientras que a los otros, la publicidad de las imágenes, que no de los hechos, les parecía una exhibición obscena, difícil de soportar o innecesaria.
Mientras tanto, en los medios de comunicación convencionales sólo se hablaba por boca de los especialistas de cupos de recepción, de las incuestionables diferencias entre asilados o refugiados y emigrantes económicos. Avanzaba la semana...
De este modo comenzaba a escribir mi artículo el pasado miércoles, cuando pergeñaba algunas notas sobre lo que se estaba publicando ese día en torno a estos terribles acontecimientos.
El jueves, pensé por un momento, que quizá tendría que hablar de la foto y el vídeo sobre la muerte del niño sirio que "asaltaba" la mirada, sin contención alguna (me refiero a datos: fotos, vídeos, nacionalidad, nombre, filiación familiar?), desde esos mismos medios.
El viernes debía "subir" mi artículo para que se publicara el sábado, y me preguntaba cómo afrontarlo: ¿esperar a que se hiciera pública alguna nueva y terrible noticia, sabiendo que éstas no cesarían aunque no fueran a conocerse? ¿quizá alguna reacción antes de esa cumbre de "urgencia" convocada hace días para el 14 de este mes?
Los medios cumplen su papel: limitar un problema político a su parte de crisis humanitaria. No culpables. Todos indignados. Decía un perturbador tuit, leído el otro día. Y qué tipo de inquietud, reflexión y/o reacción provoca entre nosotros?
Las palabras de Marina Garcés, en su imprescindible Un mundo en común, creo que pueden ayudarnos a desarrollar algo más esa contención de los 140 caracteres:
Podemos verlo todo sin ver nada. El mundo es la realidad que se nos ha puesto enfrente, ya sea a través de la pantalla, ya sea a través de las maneras que tenemos de narrarla, de analizarla y de no dejarnos afectar por ella. La crítica al imperio de la visión, que empieza a tomar relevancia a finales del siglo XIX, tiene como blanco principal el poder de abstracción, distanciador y exteriorizador, de la visión.
[?] ¿por qué adjudicamos a la visión este poder distanciador, [?] cuando precisamente en la mirada humana reside la capacidad de sorprender, de engañar, de admirar, de devorar, de ruborizar, de penetrar, de avergonzar, de encender amores y odios, de confiar, de intuir, de comprometer y de alentar, entre tantas otras posibilidades?
Garcés apunta una posible respuesta, que un servidor comparte, y que ahora les acerco a todos ustedes:
El espectador no necesita ser salvado, pero sí necesitamos conquistar juntos nuestros ojos para que éstos, en vez de ponernos el mundo enfrente, aprendan a ver el mundo que hay entre nosotros. Necesitamos encontrar modos de intervención que apunten a que nuestros ojos puedan escapar al foco que dirige y controla su mirada y aprendan a percibir todo aquello que cuestiona y escapa a las visibilidades consentidas. No se trata hoy de pensar cómo hacer participar (al espectador, al ciudadano, al niño?) sino de cómo implicarnos. La mirada involucrada ni es distante, ni está aislada en el consumo de su pasividad. ¿Cómo pensarla?
Como hablamos de imágenes, viene en nuestra ayuda una viñeta de otro imprescindible, El Roto, que también tuvo una gran presencia en las redes sociales:
A mí, no sé a ustedes, me sirvió como aldabonazo y respuesta, pero no como explicación suficiente a todo lo que viene pasando (y no me refiero sólo a estos últimos días).
Es cierto que el foco ya no lo tenemos puesto en las fotos de aquellos niños, de los que por cierto no conocemos nombre ni nacionalidad: en verdad ¿haría falta? Tampoco en las personas que murieron asfixiadas en ¿Austria? ¿Hungría?: ¿verdaderamente importa dónde? Puede que ya ni siquiera en el pequeño sirio del que sí tenemos todos los datos: ¿cambia en algo su terrible muerte?
Vuelvan conmigo y por un momento a las palabras del arquitecto finés que inician este texto, a su definición de la visión periférica, y con ellas, centrémonos de nuevo en las de la profesora Garcés:
La visión periférica no es una visión de conjunto. No es la visión panorámica. No sintetiza ni sobrevuela. Todo lo contrario: es la capacidad que tiene el ojo sensible para inscribir lo que ve en un campo de visión que excede el objetivo focalizado. [?] El ojo sensible ni aísla ni totaliza. No va del todo a la parte o de la parte al todo. Lo que hace es relacionar lo enfocado con lo no enfocado, lo nítido con lo vago, lo visible con lo invisible.
¿El hambre y la desnutrición de estos otros niños ya no es un problema porque quizá no se publica, no se ve o se ha visto hasta su desnaturalización?
¿Esas personas que buscan (mejores) condiciones de vida, sabemos por qué se las piensa FUERA de los países calificados como desarrollados?
¿Estamos seguros de saber dónde se encuentran esos SURES arrollados?
¿De qué hablamos cuando hablamos de refugiados? ¿De qué se refugian? ¿Quién les ofrece refugio?
¿Cuáles son las diferencias que adjetivan a esos "otros" como emigrantes irregulares? ¿No migran en el fondo por las mismas causas? ¿Para quién son ilegales y por qué no son legales?
La visión periférica es la de un ojo involucrado, nos recuerda Garcés, rompe el cerco de inmunidad del espectador contemporáneo, la distancia y el aislamiento que lo protegen y que a la vez garantizan su control. En la periferia del ojo está nuestra exposición al mundo: nuestra vulnerabilidad y nuestra implicación.
Y nos precisa el significado que da a estos dos términos: la primera, la vulnerabilidad, es nuestra capacidad de ser afectados, mientras que la implicación es la condición de toda posibilidad de intervención.
Sin duda, estamos viviendo respuestas: reacciones personales y concentraciones solidarias, ciudades dispuestas para la acogida; y, por qué no, puede que en pocos meses votaciones más meditadas. Pero interesa también no perder de vista argumentos que nos conviene recordar, consecuencia de una mirada involucrada; y no perder las miradas que muestran/explican esa necesidad de intervenir, de seguir interviniendo:
Oído cocina: Obama pide al Congreso un voto "rápido" para un ataque "limitado" a Siria.
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