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¡Cuánto listo hay!
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FUERA DE MANO

¡Cuánto listo hay!

Actualizado 01/09/2015
Antonio Vicente

ANTONIO VICENTE | Juez Internacional Canino

[Img #411241]Para poner título a esta crónica bien podría haber utilizado cualquier término relativo al marketing, que en definitiva es el arte de publicitar con el fin de vender mucho y bien ?o eso creen algunos? aquello que, muchas veces, quizás no sea tan bueno; en cambio he preferido poner este porque me viene muy bien pretendiendo ser correcto en mis formas, cuando en realidad el título que me apetecía poner es aquel que resulta de cambiar la palabra listo por otra que, entiendo, no debo mencionar aquí. Es menester ser lo más correcto posible cuando lo que se escribe pasa a ser público y puede ser leído por infinidad de lectores.

Viene todo esto a cuento por lo mucho que me irritó hace unos días lo que vi en un supermercado y que va totalmente en contra de mis costumbres y creencias. Me acercaba, en una de las franquicias existentes, mientras hacía unas compras rutinarias, a la sección de frutería con la intención de meter en el carrito, entre otras cosas, una sandía, fruta típica de verano y de connotaciones casi familiares, no en vano, como muchos de ustedes, un día cultivamos para consumo propio.

Mi decepción fue grande al comprobar que todas estaban seccionadas y todas ellas lo estaban mediante un corte longitudinal cuando es mi costumbre hacerlo mediante un corte transversal. Me niego a consumir y lógicamente a adquirir una sandía seccionada de esta forma. No negaría que quizás sea esta una de mis manía, pero reconozco que la costumbre me viene de la infancia cuando veía siempre a mi abuela cortarlas de manera transversal y estaba prohibido, en casa, cortarlas de forma longitudinal. Eran los tiempos en los que, a falta de los modernos frigoríficos ?también faltaban los antiguos, simplemente no había? la cosecha de sandías se guardaba en el pajar y para asegurarse una conservación lo más longeva posible se las enterraba en la paja, de donde se iban sacando paulatinamente para su consumo. El corte longitudinal siempre se utilizaba para seccionar los melones.

La sandía es, así mismo, un fruto muy asociado a nuestra infancia por cuanto es epicentro de infinidad de anécdotas y no solo ya por participar de niños en su proceso de cultivo. Quizás lo mejor de todo, visto hoy desde la lejanía del tiempo transcurrido, sea recordar cuantas veces nos metimos los amigos de la pandilla en una cortina ajena para dar buena cuenta de las sandías más gordas que en ella hubiese. Al día siguiente, casi siempre, ya lo sabían nuestros padres y nos ajustaban las cuentas con alguno de aquellos castigos propios de aquellos tiempos, hoy por fortuna ya en desuso.

Mientras recorríamos el trayecto, me decía que no me preocupase por mi madre, que posiblemente lo que le había pasado era que le habían hecho daño las sandías

No obstante, la mejor anécdota que recuerdo de las sandías data de cuando tenía 9 años. Una mañana de finales de agosto, tras despertarme, vi que todas las vecinas estaban en casa, también el médico del pueblo. Mi madre, al parecer, había enfermado aquella noche. Una de las vecinas me sacó rápidamente de casa y me llevó a casa de mi tío, con mis primos. Mientras recorríamos el trayecto, me decía que no me preocupase por mi madre, que posiblemente lo que le había pasado era que le habían hecho daño las sandías que había comido el día anterior.

Aquel día, por la tarde, nació mi única hermana, y a buen seguro mi madre se recuperó al momento sin necesitar medicamento alguno. Supongo que no tardaría mucho tiempo en descubrir que las sandías nada tenían que ver con mi hermana, y el recuerdo de aquel día permanece imborrable casi medio siglo después.

Volviendo a la historia del supermercado, decepcionado y contrariado por esta circunstancia, y una vez tomada la decisión de no incluir la sandía en la compra, comenté este hecho al pasar por caja y la respuesta de la cajera me contrarió aún más. Había visitado el supermercado un supervisor de la marca franquiciadora y viendo que los empleados del Súper habían seccionado las sandías de manera transversal había prohibido esta técnica y había dado orden estricta de seccionarlas, en lo sucesivo, con un corte longitudinal. La explicación que dio el funcionario de turno fue: "Ahora se cortan así?", ante la advertencia de los trabajadores a cerca de las preferencias de los clientes.

¿Será experto en marketing quien haya dado tal orden? ¿En caso afirmativo, es necesario pasar por la facultad de Ciencias Económicas para desdecir las costumbres de mi abuela? ¿No sería mejor, en vez de imponer cosas que quizás a los clientes no nos gusten, pasar un día en el Súper preguntando a los clientes cómo queremos que sea nuestro lugar de compras? ¿No es una falta de respeto hacia los clientes cambiarnos del lugar de costumbre todas las mercancías cada cierto tiempo con los problemas que eso nos supone cuando hacemos la compra? Demasiadas cosas para espetarle a un posible experto en marketing que seguro creería tener la razón en todo y no admitiría sugerencias por muy clientes suyos que seamos.

Viendo como la cajera entendía y compartía mi queja, esto hacía aumentar, más si cabe, mi indignación y enfado. Admito que saliendo de allí, e incluso camino de mi casa, seguía diciéndome a mí mismo ?con perdón?: ¡Cuánto tonto hay!

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