Han transcurrido casi 8 décadas y aquéllos rescoldos aún humean en las entrañas de nuestra sociedad española y, aunque no sea posible que vuelvan a prender el bosque de nuestra convivencia, resulta muy triste que después de casi 40 años del restablecimiento del Estado Democrático, sigamos tirándonos los trastos a la cabeza y que en ciertos sectores sociales y políticos no se haya reconocido aún que el levantamiento militar de julio del 36 fue una barbaridad que terminó con el régimen de libertades y derechos reconocido en la Constitución republicana de 1931, con independencia de que en aquél régimen republicano se cometieran errores y atrocidades. Careció de justificación, por tanto, el levantamiento militar y la fuerza de las armas, como también carecía de justificación, en 1981, el golpe de Estado de Armada, Milans del Bosch y Tejero, por muchos problemas, asesinatos terroristas y algaradas que había en España a finales de los setenta del pasado siglo.
Tampoco hay unanimidad en nuestra sociedad actual para calificar los crímenes de la dictadura franquista después de finalizada la contienda. Miles de personas fueron asesinadas al amanecer por piquetes de ejecución, simplemente por pensar de otra manera. Y los que tuvieron más fortuna, sufrieron una dura represión en las cárceles y campos de concentración o el exilio. Estaría bien que cerrásemos de una vez todas las heridas; algo que sólo se puede conseguir si hubiera unanimidad social y política en condenar aquélla barbarie. No es posible que aún queden miles de personas desaparecidas cuyos familiares desconocen el paradero de sus restos mortales.
Hace unos días fue homenajeado Casto Prieto Carrasco, catedrático de Medicina y alcalde de Salamanca. Me alegró especialmente que el alcalde actual, Fernández Mañueco, estuviera presente en el acto y fuera contundente en la condena del hecho, algo que no ocurre con la misma claridad en muchos correligionarios de su formación política. En algunos de estos ocurre todo lo contrario, como las declaraciones que hizo el alcalde de Baralla (Lugo) en un pleno, al afirmar que los que fueron condenados a muerte por el franquismo sería porque se lo merecían.
No estaría mal que en España ocurriera lo mismo que en Alemania con el nazismo, que ha sido condenado por la totalidad de los sectores políticos democráticos y por los poderes fácticos y las fuerzas sociales |
La misma suerte corrieron miles de personas. En Salamanca personajes relevantes de la vida social y política también fueron asesinados: José Andrés Manso, maestro, diputado y abogado; Atilano Coco, pastor protestante, o Salvador Vila, aunque éste lo fuera en el barranco de Víznar (Granada), como Lorca, dado que ostentaba el cargo de Rector de esa Universidad. Era salmantino y fue detenido en Salamanca cuando estaba disfrutando de sus vacaciones junto a su familia. De ahí que intelectuales como Unamuno, quién se acercó a los sublevados al inicio de levantamiento porque pensaba que era tan sólo una corrección de los desmanes que se estaban cometiendo en la República, se alejara y se enfrentara visceralmente a ellos en el famoso acto del Paraninfo, el 12 de octubre.
No estaría mal que en España ocurriera lo mismo que en Alemania con el nazismo, que ha sido condenado por la totalidad de los sectores políticos democráticos y por los poderes fácticos y las fuerzas sociales. Me llamó poderosamente la atención la intervención de un policía que en un acto social bajó el brazo a un ciudadano alemán que estaba, brazo en alto, saludando al estilo nazi. Sería la mejor vacuna para prevenir aquélla "enfermedad mental colectiva, o epidemia de locura", de la que hablaba Unamuno.
No quiero que se malinterpreten mis palabras, ni mucho menos. Con escritos como este, hecho sin odio ni rencor ni resentimiento, sino con toda la comprensión y humanidad, lo que se pretende es reconocer, dignificar y homenajear a todos aquéllos que dieron su vida por España, con independencia del bando al que pertenecieran durante la guerra y a todos los represaliados que sufrieron las funestas consecuencias de la dictadura.
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