Más vale un buen amigo que cien parientes. Eso dice el refrán y como todos los dichos está cargado de razón. Mi buen amigo Jorge Moya Gil, empresario Salmantino (tiendas EME), innovador, creativo, simpático, seductor, cultivado y buena gente, escribía un artículo en este periódico sobre mi abuelo. Repleto de cariño y sembrado de señorío, no pude por menos de emocionarme al leerlo. El escribía de mi abuelo, amigo y contemporáneo del suyo el arquitecto Don Francisco Gil, pero yo no voy a hacer lo mismo, ni a devolverle en agradecimiento unas líneas; no hace falta, pues, el sabe de sobra lo que me gustó y agradecí su artículo.
Hoy me gustaría dedicar sólo unas palabras sobre algo tan importante como es la amistad.
Todos llamamos amigos a muchos conocidos, personas con las que tenemos una buena relación, por trabajo, por diversión, por vecindad y muchas veces por interés, pero, un amigo es mucho más que eso.
Un amigo, muchas veces más que un pariente, está dispuesto a sacrificarse y a darte su apoyo sin condiciones.
La amistad era una divinidad alegórica entre los griegos. La estatua que los griegos erigieron para representarla llevaba un ropaje abrochado, la cabeza desnuda y el pecho descubierto hasta el corazón, en cuya dirección apuntaba la mano derecha mientras la izquierda abrazaba un olmo seco, alrededor del cual crecía una vid cargada de racimos.
La amistad es eso, una relación afectiva, de corazón, que consigue llenar de riqueza la estéril vida que sin ella nos quedaría.
La amistad sólo vale y sólo es cuando se quiere, aunque no necesariamente el querer implica amistad. Uno quiere a sus hijos sin ser necesariamente su amigo, sin embargo uno no puede tener un amigo sin quererle con todo lo que ello implica.
Estos días en que todo vale, en que nos encontramos por doquier noticias de 'amiguitos del alma' que se hacían regalos y favores a cargo de las arcas públicas, con unas bien contabilizadas prebendas, días en los que la palabra amistad ha quedado tan mancillada y desfigurada por culpa de las miserias y vilezas humanas, tendríamos que pararnos a pensar si queremos seguir en la vida por las sendas del amiguismo y el mercadeo o queremos recuperar los caminos de la amistad y el afecto desinteresado.
Soy muy repetitivo en mis artículos repasando, restregando, abogando por la necesidad que tenemos de recobrar un espíritu más humanista en nuestras vidas, recuperar aquellos principios que desde muy antiguo los hombres, los griegos como comentaba, consideraban como algo divino: la amistad, la generosidad, la solidaridad.
Destruyamos las deidades sucias y necias que con las que nos han evangelizado en los últimos años. Es más sencillo de lo que parece, más infantil incluso, con lo de que humanidad y transparencia tienen los niños.
Amigo Jorge, tú eres de esas personas que tiene miles de conocidos por tu carácter abierto y afable y por ser un señor. Seguro que a miles no llegan tus amigos, pero los que tienes te aseguro que estamos orgullosos de serlo.
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