Como es verano podemos hablar de banalidades, a pesar de que sobre cualquier tema, por muy banal que parezca, siempre se puede sacar una conclusión profunda y reflexiva. Todo es cuestión de saber marear la perdiz hacia el terreno que nos interese.
Estos días se comenta mucho sobre los tatuajes de sol. Es decir, te quedas dormido en la playa sin crema protectora y con la mano sobre el estómago, y al despertar tienes el negativo de una mano dibujado sobre la piel. Esa tontería la hemos hecho todos de críos, nos hemos reído, nos han soltado un par de collejas por tontos y ahí se acababa la historia. Pero ahora es una moda?(ohhhh), que viene de Estados Unidos?(ohhhh), y que se cuelga en internet para ver quién se hace la quemadura de segundo grado más espectacular?(ohhhh). Y a poco que nos descuidemos se considerará un arte.
Una quemadura de segundo grado es una lesión de bastante importancia, muy dolorosa y que puede dejar secuelas a largo plazo. Si a esto unimos que el hecho de autolesionarse siempre ha sido considerado como una manifestación de problemas psicológicos, llegamos a la conclusión de que la gente que se hace tatuajes de sol está como un cencerro. Deducción simplista, lo sé, pero profundizar más nos llevaría a analizar el motivo por el que se causan voluntariamente dolor: porque está de moda, para presumir/competir con otros, para formar parte de una tribu, sentirse integrados en un grupo?., por inseguridad personal?., falta de afecto?., necesidad de sentirse aceptados?. Y como sigamos profundizando llegaríamos a analizar la relación con sus padres? su sexualidad en la infancia?Uffff, ¡que pereza!
Como es verano, y no quiero pensar demasiado, prefiero quedarme con la idea de que están como un cencerro, concepto cuyo significado todos tenemos muy clarito, y pensar en las buenas risas que voy a echar cuando les salgan las bojas y tengan que dormir colgados de la lámpara.
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