El crítico taurirno y colaborador de SALAMANCA rtv AL DÍA, Fermín González, describe la evolución del toro de lidia como raza definida
Como no se trata de hacer historia de las diversas interpretaciones que se han hecho sobre la presencia del toro en las antiguas civilizaciones, pasare a describir la evolución del toro de lidia como raza definida, partiendo de la teoría de los investigadores, de que las razas actuales derivan del Uro o Bos como formas originarias, de la procedencia del ganado vacuno reducido a domesticidad completa o a la incompleta en los bravos.
Por lo tanto no voy a fatigarles, haciendo un alarde de hallazgos prehistóricos y controversias de historiadores y analistas para situarnos, en lo que es la ganadería brava y su explotación actual, así como los mecanismos de selección, en el que se apoyaron los ganaderos más escrupulosos y tradicionales, hasta llegar a sus herederos, o a los nuevos criadores de reses bravas, ricos de nuevo cuño, pero sin arraigo y tradición.
Se han perdido los tiempos, en que tener una ganadería de reses bravas, era una afición, un lujo, un capricho caro, antes que un negocio vulgar. Los ganaderos de otras épocas, no tan remotas, tenían el orgullo de los colores de sus divisas, el buen juego de sus toros de bandera. Se producían selecciones, cruces, deshechos etcétera, etcétera... todo ello encaminado al mejoramiento de la bravura, a la producción de un toro de casta y sin defectos para ellos. No era el aspecto económico lo que predominaba, esas cuestiones eran lo de menos. A los ganaderos de los hierros más acreditados, el sostener su prestigio les costaba sus buenos "duros", incluso alguna fortuna. Pero ese prestigio, era su compensación y su premio, muchos de ellos rivalizaban entre si, poniendo por bandera que, en su finca se criaban los toros de más fortaleza y trapío, que los de su circulo ganadero, con lo cual se establecía cierta competencia entre los mismos, poniendo énfasis, trabajo y dinero en tener la divisa mejor acreditada de las ferias.
Ahora es otra cosa, se crían toros para el negocio, se piensa más en los números y en los beneficios, antes que en el orgullo, en el nombre, en la categoría. El buen nombre no existe, desde el momento en que muy pocos se fijan ya en ese nombre. Es el debe y el haber el que manda. Sin duda, es el signo de los tiempos que ha cambiado, y por lo tanto es muy legitimo, que las ambiciones de los ganaderos sean en la mayoría de los casos puramente económicas, y que la empresa pague bien, y además que esta ponga sus toros en manos de toreros capaces de cortarles las orejas. Porque a día de hoy es la formula para seguir vendiendo bien sus productos. Los criadores de reses bravas, los más inteligentes de nuestros ganaderos, conocen a la perfección los secretos de la materia prima de que disponen. La tienen ya tan trabajada, que les permite ser un poco los escultores de su propio ganado. Hace ya buena cantidad de años, uno de estos ganaderos, de los más representativos, se ufanaba y con razón de haber lanzado al mercado el "toro fácil". Con tan sorprendente invención logro ponerse a la cabeza de los ganaderos, que comenzaron a sentir la humanitaria preocupación de que ellos no iban a contribuir al éxito de los diestros, y que tampoco iban a satisfacer, estimular y divertir a los públicos. Por lo que estos últimos tomaron el rumbo contagioso de tan jactancioso inventor.
Quiero decir con esto, que hace ya mucho tiempo, la selección se ha orientado en el sentido de buscar en el toro la nobleza y suavidad. Pero el criador se ha pasado de punto y ahora es muy dificil, dar contramarcha y encontrar formulas, tiempo, dinero para inyectar en las ganaderías, aquello que nunca debió perder el toro de lidia, la bravura, la codicia, la furia salvaje, el nervio y el temperamento. Lo argumentaron buenos aficionados, escribidores, acreditados ganaderos y no pocos toreros de raza: El toro fácil, suave, pastueño esta a dos pasos de la mansedumbre. ¡Y también habrá quien diga que la nobleza y suavidad son incompatibles!. Evidentemente no; se trata únicamente de dos cosas que deben estar dosificadas. La nobleza y suavidad han de ser complemento de la bravura, pero nunca esta el complemento de aquellas, podemos decir metafóricamente, que la bravura es el café y la nobleza el azúcar; esta bien que restemos el amargor del puro café, pero no lo trasformemos en un empalagoso jarabe.
El aficionado, ha de entender que todo gira en torno al toro, desde que nace hasta que encuentra la muerte, la más brillante para el bello animal, esta entre el aplauso de la multitud y el oro de la tarde a manos de un espada de tronio. Sin embargo se requieren no pocos esfuerzos, no pocos disgustos y muchos sacrificios por parte del ganadero, aunque este sea de ilustre linaje.