Una ciudad no es sólo sus calles, sus plazas, sus monumentos? Una ciudad es mucho más que todo eso, una ciudad es, sobre todo, sus gentes, las personas que en ella viven y que le dan cierta personalidad. Por eso, en una ciudad, habitan miles de ciudades, cada uno tenemos la nuestra. La de nuestras gentes, la de las personas que de alguna manera han marcado nuestras vidas, a veces, muchas veces, en cuestiones aparentemente insignificantes: El pobre de la esquina que un día, sin saber por qué, desapareció y nunca más volvimos a saber de él.
El tendero de la tienda de ultramarinos, en cuya puerta, "Cerrada por defunción" vimos una tarde su esquela, mediante la cual nos enteramos de la edad que tenía. Aquella tienda, nunca volvió a ser la que era.
Una mañana, de repente, vemos que ha crecido una valla alrededor de esa casita baja, medio destartalada, que tantos recuerdos nos traía. Pocos días después desaparece, engullida por algún terrible monstruo, que en pocos días se asomará insolente por encima de la valla. El paisaje ha cambiado, ese rincón, esa calle, ha dejado de ser la mía. Formará parte de la ciudad de los más jóvenes, de los que la están viendo nacer y que crecerán con ella.
Mi ciudad, poco a poco, se va diluyendo, para dar paso a la nueva ciudad, que mucho más nítida, terminará por apagar definitivamente a la anterior. Recuerdos que se pierden, tiempos que nunca volverán. En su lugar habrá otra ciudad, que ocupará el mismo sitio, pero ya no será la misma.
Cada año la ciudad se va diluyendo más y más. Ya son pocos los rincones, las plazas, las calles que quedan nítidas a mis recuerdos. Las personas que ocupaban esos lugares van desapareciendo, en su lugar hay otras, que nada, o muy poco, tienen que ver con ellas, personas que con su nitidez van apagando las imágenes del pasado.
Paseo por las calles y plazas, veo las doradas piedras, que aun siendo las de siempre son distintas para mí. La imagen difuminada de lo que fueron se ve invadida por la nítida y limpia de ahora. Piedras limpias, colocadas con perfección geométrica, calles perfectamente asfaltadas, que emborronan la memoria de las empedradas calles, por las que paseaba en mi perdida juventud.
Cada día son menos las personas con las que puedo compartir viejos recuerdos, son muchos los huecos que van dejando, otros ocupan sus lugares, otros con los que hablo, me tomo unas cañas? pero con los que es imposible recodar tiempos de nuestra juventud, de nuestra infancia.
Las calles se van vaciando de gente, los edificios cambian su fisonomía, otras son las luces que alumbran esas calles y esas plazas. Los niños de antes son los hombres de ahora y los hombres de antes, los ancianos, que con la pesada carga de su nostalgia, buscan entre esas calles, viejos vestigios que le hagan reencontrarse consigo mismo y traer a su mente recuerdos de aquellos tiempos de felicidad y juventud.
Algún día, seremos simplemente un hueco en nuestra querida ciudad, que permanecerá vivo mientras alguien nos piense. Cuando nadie nos recuerde, nos diluiremos en el tiempo. Otros ocuparán nuestro lugar y habremos desaparecido para siempre.
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