Dos hombres paseaban por el valle y uno, señalando hacia la montaña dijo:
"¿Ves esa ermita? Allí vive un hombre que hace ya mucho tiempo se apartó del mundo. Busca a Dios y no le interesa nada más sobre la tierra".
El otro hombre contestó: "No encontrará a Dios hasta que no abandone su ermita y la soledad que lo envuelve, y regrese a nuestro mundo a compartir nuestra alegría y nuestro dolor, a bailar con nuestras muchachas en las fiestas de esponsales, y a llorar junto a aquellos que lloran alrededor del ataúd de nuestros muertos".
El otro hombre quedó convencido, mas pese a ello, dijo:
"Concuerdo con lo que tú dices, pero creo que el ermitaño es un buen hombre. Y, ¿no podría ser que un solo buen hombre con su ausencia obrara mayores bienes que la aparente bondad de tanta gente?" (Gibran Khalil).
Dios es lo más importante; pero no existe un Dios abstracto, sino encarnado en el hermano. Por eso todos los caminos para llegar a Él son válidos. Para encontrarse con Él y vivir con Él, unos han escogido la soledad; otros, el compartir con el mundo las alegrías y tristezas.
"El Padre sale al encuentro de sus hijos en cualquier lugar, circunstancia y situación, en la oración silenciosa, pero, con frecuencia, Él se hace presente en los sucesos no planeados que se nos presentan, exigiendo de nosotros una respuesta definitiva. Son esos sucesos una interrupción de Dios que constantemente se cruza en nuestro camino y cancela nuestros planes al enviarnos personas con demandas y peticiones" (D. Bonhoeffer). En cualquier lugar podemos encontrarnos con gente que necesita nuestra ayuda y que exige de nosotros una respuesta.
En cualquier género de vida que se elija, se tiene que vivir orientado a Dios y hacia los demás. "La elección del cristiano es siempre en el fondo una elección hacia o para los otros" (Ratzinger). Hay que buscar a Dios en todos los lugares y ocasiones, pero hay que buscarlo como Jesús, haciéndose solidario con el otro, poniéndose a su mismo nivel. Para el cristiano la verdadera religión consiste en preocuparse por "los huérfanos y las viudas" (St 1,27). Y esta preocupación debe abarcar a todos, al que vive en la ermita y al que está enfrascado en medio del mundo. Los dos tendrán que tener los mismos sentimientos de Jesús, de acercarse y encarnarse en el hermano; los dos son necesarios e importantes, si es que de verdad buscan a Dios, pues todas las personas y cada una de ellas son imprescindibles en la construcción del Reino.
"Si la piedra dijese: una piedra no puede construir una casa, no habría casa. Si la gota dijese: una gota no puede formar un río, no habría río, no habría océano. Si el grano dijese: un grano no puede sembrar un campo, no habría cosecha. Si el ser humano dijese: un gesto de amor no puede salvar a la humanidad, nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra" (Sobre una idea de "El Trigarral")
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