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Soy mi imagen; pero mi cara es de cartón
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Soy mi imagen; pero mi cara es de cartón

Actualizado 05/06/2015

Una profesional del mundo del cine, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha llegado a manipular una foto suya, incrustándola en la original, para demostrar que estaba donde no había ido. La técnica hace milagros, el don de la ubicuidad, la capacidad de estar a la vez en varios lugares, antes reservado a algunos Santos, porque no era privilegio de todos, sino solo de aquellos a los que el buen Dios se lo concedía.. Lo importante para ella era hacer creer que "había estado allí", en medio de la farándula.

Otras muchas personas sitúan su identidad en la imagen que les gustaría tener ante los demás, hasta el punto de estirarse la piel y cambiarse el cuerpo, aquí y allá, llenándolo de remiendos, siempre para parecer (en realidad para ser, según sus valores) "convencionalmente atractivas". Para parecer (creyendo ser) joven y guapas, se pasan la vida luchando por negar que toda vida es un proceso de cambio. Somos temporales y adaptarse con inteligencia emocional y social a los cambios, sin tomar como referencia una edad, la juvenil, salvo cuando se es realmente joven, y un modelo de belleza convencional, es lo más sabio que podemos hacer. Lo contrario es hacernos víctimas de todo tipo de industrias y productos, para acabar fracasando y enajenándonos en alguien que no somos. Esta obsesión es tan importante que cuando publiqué mi libro sobre "Sexo y afectos en la vejez" la editorial me sugirió que cambiara el término "vejez" por el de mayores. O cuando dando charlas sobre sexualidad y vejez y digo, por ejemplo, "nosotros los viejos", me dicen: "Don Félix, usted no es viejo y nosotros somos mayores".

Somos tan ridículos que cuando finalmente la gente ha perdido la batalla a favor de una supuesta figura corporal juvenil, se refugia en la frase: "Lo importante es ser joven de espíritu", una afirmación aun más absurda, ¿por qué el espíritu joven es mejor que del niño o el del viejo?.

Es así como tantas personas cometen el error de perder lo mejor que tienen para resultar atractivas, porque es la gracia interpersonal, con toda su expresividad emocional lo que atrae y, a veces, enamora. Incluso las personas más poderosas, seguramente por ello menos sabias, se retocan, estiran y remiendan, víctimas de esos valores dominantes tan absurdos, hasta el punto de perder su verdadera expresividad, la manifestación de su verdadera identidad. Sin querer molestar a nadie, los ejemplos, entre tantos, de la Duquesa de Alba, que en paz descanse, y nuestra Reina, que Dios la guarde muchos años, mal aconsejadas quiero suponer, no sabían que no hay cirujano que pueda conseguir reproducir ni mantener nuestra expresividad emocional, nuestro yo corporal y social, el alma que se transparenta con toda su gracia interpersonal, algo que esta sociedad de consumo nunca podrá reproducir y vender.

Una cara de cartón o porcelana, nunca podrá expresar la riqueza de nuestras emociones y afectos, lo más auténtico que podemos manifestar de nuestra verdadera identidad.

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