El pasado domingo los españoles eligieron a quienes gobernaran sus Ayuntamientos durante los próximos cuatro años. Nuevamente en Salamanca la abstención superó el 38%, así el partido más votado lo es por algo menos del 24% de los electores. Con ello no pretendo restar ni un ápice la legitimidad del Partido Popular como primera fuerza política de la ciudad, sólo relativizar los resultados contando con todos los que tienen capacidad de decidir. Es indudable que, a pesar de cierta efervescencia superior a la de otras convocatorias, más de una tercera parte de los electores salmantinos no se sienten interpelados para decidir el gobierno de la ciudad (al menos en lo que permiten las restrictivas normas democráticas españolas). Pero quienes lo han hecho parece que buscan algo diferente a lo conocido hasta ahora.
Volvemos a un Pleno Municipal de cuatro fuerzas políticas, y la posibilidad de cambiar el signo de la política capitalina de los últimos 20 años. Subrayo cambiar puesto que este ha sido el mensaje principal de todos los partidos que han conseguido concejales. La campaña ha estado marcada por la corrupción, aunque el CIS no la pone entre las principales preocupaciones ciudadanas parece que afecta a las decisiones de algunos, y la necesidad de conseguir una política transparente y con mayor presencia de la gente.
Es cierto que la importancia de la corrupción al votar es relativa, en caso contrario sería inexplicable lo ocurrido en Andalucía no hace mucho, o que el partido que se está convirtiendo en sinónimo de ello todavía logre ser el más votado. Recordemos que aparece imputado en el caso más escandaloso de nuestra democracia, o que en Salamanca se le ha visto la patita en situaciones de financiación ilegal de campañas electorales, y alguna cosa más. Manteniendo a los mismos de siempre es difícil cambiar la política.
Pero cambiar la forma de hacer política y, sobre todo, la consideración que le merece la ciudadanía a quienes nos gobiernan, como mayores de edad con una Constitución que se acerca a las crisis de los 40, no puede acabar en un reparto de concejalías y un mero cambio de actores. Ante todo hay que ser coherentes, y si existe una posibilidad real de practicar otra política, hacerlo. Lo contrario demostraría que se ha vuelto a mentir en campaña electoral, como era habitual hasta ahora. Y los programas son muy importantes, es la manifestación escrita del compromiso (y el respeto) con los electores, lástima que algunos no tuvieran y los votantes no se lo reclamaran.
Cambiar supone extirpar del cuerpo de la democracia a quien coquetea con la corrupción, y acabar también con las estructuras dactilares (que recuerdan regímenes políticos de otras épocas, ¿herencia recibida?) del partido que lo ha permitido (tanto que incluso se le acusa de financiarse ilegalmente así). Abrir de verdad las puertas y ventanas de las instituciones, del Ayuntamiento. No sólo para saber qué ha ocurrido y poder pedir responsabilidades, sino también para conocer con exactitud qué es lo que se hace día a día con nuestro dinero y con nuestra gente. Y por supuesto conseguir que de verdad la Casa Consistorial sea de todas las personas que residen en Salamanca, realmente accesible (y no hablo para sillas de ruedas precisamente, aunque también), que pueda ser controlada su actividad todos los días por la ciudadanía, y que esta pueda participar efectivamente del gobierno municipal.
Y que no sea un coto cerrado de amiguetes, todos muy liberales pero siempre a la sombra de los dineros públicos. Los gobiernos democráticos deben servir para conseguir que la gente viva mejor, no para que el 29% de los hogares estén bajo el umbral de la pobreza. La economía, que sustenta todo el sistema, no puede ser un fin en sí mismo que esclaviza a la ciudadanía, tiene que ser un instrumento para conseguir un mundo más justo, con posibilidades para todas y cada una de las personas. Por ejemplo, echar a la gente de sus casas a la calle para no desestabilizar el mercado inmobiliario es una inmoralidad, que inhabilita a quienes toman decisiones como estas para seguir haciéndolo.
En Salamanca existe una posibilidad de cambiar, ¿estarán todos a la altura, o algunos partidos nuevos nos mostraran lo viejos que en realidad son?
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