Ola, ke ase!!
¡Estamos perdiendo el lenguaje escrito!
Con una frecuencia cada vez mayor se puede comprobar cómo hay textos, incluso escritos por profesionales y publicados por editoriales de renombre, en los que no sólo hay errores semánticos o sintácticos (que podrían pasar por una particular forma de escribir, propia del autor), sino también "flagrantes delitos" ortográficos que harían enrojecer a cualquier escolar de hace años.
Hay muchos que, seguramente por salvar estos escollos, abogan por que lo importante de un texto es lo que se quiere decir, más allá de normas y criterios, y escriben tal cual hablan (o eso creen), con todas sus incorrecciones. Total, lo que hace falta es que se entienda. Lo demás son tonterías. Así, algunos emulan, incluso sin planteárselo, a Pío Baroja o a Juan Ramón Jiménez, a pesar de que no sepan siquiera el sentido que estos literatos querían dar a su forma de escribir, más ortodoxa de lo que pudiera parecer. También la aparición de las nuevas tecnologías sirve como disculpa para la elaboración de textos incorrectos en los que parece premiarse el mal uso del lenguaje y quienes recibimos esos textos no nos preocupamos por corregir las "erratas" de quienes nos los envían, seguramente al dar por supuesto que, en otras circunstancias, serán capaces de hacerlo con corrección. Pero, en la mayoría de los casos, cuando se dan esas otras circunstancias, podemos comprobar cómo eso no es siempre así.
Ya no exigimos corrección ortográfica en nuestros exámenes escritos (al menos en mi disciplina), llegando incluso a elegir esa modalidad llamada "prueba objetiva" (el test de toda la vida) con tal de no tener que leer barbaridades. Nos preocupamos por que nuestros alumnos conozcan otras lenguas, imprescindibles en los tiempos que corren, e insistimos en ello hasta la extenuación, cuando apenas leen textos en castellano, llegando algunos a ser casi analfabetos funcionales con según qué temas.
Sin embargo y paradójicamente, es alarmante la explosión de escritores, articulistas, "opinadores" por escrito, redactores de recetas culinarias o críticos de cualquier tema, que gracias a la "red", llenan páginas y páginas virtuales, públicas y privadas, con textos mal hilvanados, en su mayoría plagados de defectos, algunos graves, aunque siempre haya maravillosas excepciones. Algunos de estos que se dicen escritores, en lugar de confiar ciegamente en los falibles correctores ortográficos de los programas de escritura, debieran haber pasado mucho más tiempo rellenando "cuadernos Rubio" en sus diversas categorías numéricas y practicando con los dictados de la "Ortografía práctica" de don Luis Miranda Podadera ("Un tesoro para el alumno. El mejor auxiliar para el profesor"), cuyos "ejercicios ortográficos" obligaban no sólo a escribir con corrección, sino a recurrir frecuentemente al diccionario con el fin de conocer el significado de palabras ignotas.
Algunos, preocupados por todo esto, intentamos aportar lo poco que tenemos, juntando letras y palabras para construir frases inteligibles a la par que con corrección semántica, ortográfica, léxica y sintáctica, aunque a veces, más de las que quisiéramos, como a los buenos escribanos se nos escape un borrón. Aunque nunca lleguemos a ser escritores
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