Profesor de Derecho Penal de la Usal
En el 'paso del ecuador' de la campaña electoral, creo que la mayoría de los ciudadanos estamos hartos de tantas promesas electorales (que luego no cumplirán cuando gobiernen, quienes obtengan la confianza del pueblo), tantas mentiras y tanto esperpento de los líderes políticos, que en la mayoría de los casos hacen el ridículo más espantoso. Ver a Juan Vicente Herrera plantando puerros con la consejera de agricultura, a Rajoy, Cifuentes y Aguirre paseando en bici por Madrid (con más escoltas que personas caminan a diario por la Gran Vía), presenciar cómo algunos candidatos ofrecen bolsas de comida o cartones de leche a ciudadanos sin recursos a cambio de su voto (cuando en el resto del tiempo se despreocupan de ellos, incluso algunos quieren barrer a los vagabundos de las calles porque dan mala imagen a la ciudad), pagar 50 euros a los taxistas de Madrid a cambio de que éstos lleven en sus vehículos carteles electorales, salir en la foto junto a ciclistas y senderistas, fomentando estas actividades (cuando en su vida se han sumergido en las entrañas del deporte, ese que exige esfuerzo). Qué razón tenía un amigo cuando le escuché decir el otro día que quién se mete a la política debe tener ya una profesión y medio de vida al que volver cuando termine transitoriamente con esa función, e incluso compatibilizarla sin vivir como un parásito de la política (noble cometido, por otra parte, si el político trabajara por el interés general y no por oscuros intereses personales)
Por otro lado, el partido que sustenta al gobierno de turno no diferencia entre lo que es la institución de gobierno y los intereses de partido. Estamos acostumbrados a que el portavoz del gobierno de turno en las conferencias de prensa posteriores a los Consejos de Ministros y cuando reciben preguntas sobre corruptelas de su partido contesten con la frase lapidaria de "respetamos las decisiones de la justicia y la presunción de inocencia". En cambio, cuando la pregunta es sobre vicios y presuntas ilegalidades del contrario, dan su opinión y aprovechan la coyuntura para meter una "pulla" al adversario. Y si no, a las pruebas me remito, porque lo han hecho los "Hunos" y los "Hotros", como diría Unamuno.
Como también se utiliza el Parlamento a veces (demasiadas) de escenario de mítines partidistas (aunque lo están haciendo todo el año, con independencia que haya campaña electoral o no, o mejor dicho, estamos en campaña electoral permanente). Ayer lo demostraron los líderes de los dos principales partidos en la sesión de control al gobierno cuando Pedro Sánchez recriminó a Rajoy que más de 500.000 jóvenes se habían ido de España en el tiempo que lleva en el poder. El presidente del gobierno dijo que era falso, que habían sido 24.638 los jóvenes que habían emigrado. Tanto Pedro Sánchez como Rajoy dijeron medias verdades, o lo que es lo mismo, los dos mintieron. Es cierto que desde 2012 hasta el primer trimestre de 2014 se marcharon de España 525.358 jóvenes, pero tampoco es menos cierto que en los tres últimos años del gobierno de Zapatero, 707.478 jóvenes se fueron al extranjero. Es decir, que los dos gobiernos (conservador ahora y progresista antes) han provocado que los jóvenes emigren al exterior porque en España, aunque salgan bien formados de sus licenciaturas y ahora grados, no hay perspectivas de futuro y muy pocos jóvenes acceden directamente al mundo laboral en la especialidad en la que se formaron en la Universidad.
Y lo que es absolutamente repudiable y condenable son los insultos, las descalificaciones y las falsas acusaciones entre los líderes de las diferentes formaciones políticas, porque supone una grave deslealtad con los principios de respeto a la pluralidad y a la tolerancia. Si, además, estos mítines políticos son financiados con el dinero de todos; no sé qué hacemos otorgándole la confianza siempre a los mismos, a los que han fracasado, a los que nos consideran ciudadanos aborregados y sin espíritu crítico. Julio Anguita ha dicho recientemente que "los que vuelven a votar a ladrones son responsables de lo que está pasando" y hace unos días un gran actor como José Sacristán que "con todo lo que se sabe muchos volverán a ser votados y habrá que admitir que somos un país de mierda". Si los ciudadanos nos volvemos insensibles ante la madre de todas las corrupciones que padece nuestro país, ¿qué café es necesario tomar para que despertemos de este profundo sueño?
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