En estos tiempos de incertidumbre, de desencanto y de indignación, como consecuencia de la crisis económica y social que nos azota, y que ha puesto fin al estado de bienestar, aumentando las injusticias sociales y las desigualdades, no podemos seguir viviendo de espaldas al sufrimiento ajeno. Es ahora, más que nunca, cuando debemos mostrar nuestra rebeldía, y despertar de los efectos que produce la anestesia del miedo, ante los que, en base a sus postulados e intereses, quieren acabar con unas conquistas sociales y culturales ganadas con el sudor de varias generaciones y de la historia más reciente.
Europa, la Europa del sur, España, deberían volver a mirar a sus pensadores más ilustres, libres y visionarios, para no reincidir en sus errores pasados. Se han cumplido los cien años de nacimiento de Albert Camus. Filósofo, literato y periodista, que obtuvo el Nobel de Literatura en 1957 a sus 44 años, su vida se detuvo de forma trágica a los 46 a causa de un accidente de automóvil en el centro de Francia, el 4 de enero de 1960. Entre sus célebres obras, se hallan "El Extranjero" y "La Peste". He querido traer hoy a mi columna como homenaje, al pensador que reivindicaba la desobediencia pacífica, y la lucha sin violencia, ante las injusticias de los gobernantes. Una desobediencia y una lucha sin resentimiento. Albert Camus, había conocido la miseria y la pobreza en su niñez, y escribió: "El sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento". Había que comprometerse en los momentos difíciles, despertar y luchar, y apuntaría: "Al despertar de las grandes crisis históricas nos encontramos tan disgustados y tan enfermos como la mañana que sigue a una noche de excesos. Pero no existe ninguna aspirina para la resaca histórica." Un buen homenaje sería releer sus textos. Hoy la columna se la dedico a él, y a todos los que han sentido y están sintiendo la pobreza y el desamparo.
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